Archives: julio 2006

Entremés

Como dice Chidoguán, también este post “es orquestado por las malignas fuerzas de derecha para desviar la atención del descarado fraude electoral”. Así, como si no tuviera cosas más importantes que leer y desatento voluntario como siempre a las voces de las izquierdas, me puse a leer mi libro de dichos*. En aras de contribuir gustosamente al complot en contra del señor López, posteo –a placer del lector, también desatento— algunos dichos y refranes con su debida explicación. Sin bien algunos no la requieren, no está de más la ilustración sabia de don José Pérez:

-A chillidos de puerco, oídos de matancero

Ante las quejas insistentes e injustificadas de quien se siente perjudicado por nuestras acciones. Cuando éstas son honestas, viene bien que apliquemos esta frase.

-A fuerzas ni los zapatos entran

Es inútil tratar de obligar a nadie a hacer lo que no quiere. Esta frase es una sinécdoque, como dicen los gramáticos, cuando se aplica el continente por el contenido; porque el pie entra en el zapato y no el zapato en el pie.

-Andar meando fuera de la olla

Estar proponiendo cosas que no vienen a cuento, salirse del camino señalado. Reclamación a quien no se comporta decentemente en lugares o ante personas que merecen su respeto.

-Buscarle ruido al chicharrón

Como se sabe, el chicharrón produce un ruido muy característico al triturarlo con los dientes; le busca ruidos al chicharrón quien busca dificultades de las que posiblemente salga perjudicado.

-Como el cura Hidalgo, que se valió de los pendejos

Sin entrar en detalles históricos, el pueblo sabe que el padre de la patria fue derrotado por las huestes realistas, y la culpa de su derrota debe ser imputada a quienes eran sus segundos en la empresa; por esto, quien emplea ayudantes no muy avispados, obra como don Miguel Hidalgo.

-Como el que chifló en la loma

Que nadie le hizo caso. La frase es muy semejante a la que el evangelio pone en labios de Juan el bautista: “soy la voz que clama en el desierto”; nadie la oyó, nadie le respondió.

-Como los indios de Xochimilco, pidiendo el chile a gritos

Chile es otro de los nombres que se aplica al miembro viril. El dicho se dedica a las mujeres ardientes que flirtean con cualquier par de piernas cubiertas con un pantalón de hombre, o a los hombres que escandalizan cuando no se les brinda un servicio inmediato.

-De que es malo el escribiente, le echa la culpa a la pluma fuente

Es muy difícil encontrar a la persona que valientemente acepte su responsabilidad ante una equivocación o falla en su trabajo; generalmente se inventan disculpas, según las cuales la culpa la tienen los útiles de trabajo y nunca las personas.

-Es como prestarle una metralleta a un niño loco

Es decir, una verdadera imprudencia.

-Las mentadas de madres son como las llamadas a misa

A quien rehuye los pleitos, principalmente si son golpes, no le afectan o finge que no le afectan, los insultos por graves que sean; y si le mientan la madre, disimula el golpe con esta alocución que termina diciendo: El que quiere ir, va.

-Líbreme Dios de mis amigos, que de mis enemigos me cuido solo

Imprecación muy juiciosa, pues del enemigo sólo se espera lo malo, y rara vez se previene la traición de quien goza de nuestra confianza.

-Lo que no engorda, apendeja

Broma muy pesada con la que ridculizamos al tragón que presume de nunca engordar.

-Mientras más te empinas, más el culo se te ve

Hay personas que cada vez que hablan para desviar sospechas, más y más se comprometen con los hechos.

-Mi molino ya no muele, vé a moler a tu metate

Es un insulto: vete de aquí que ya me fastidié de tus chingaderas, y cuando llegues a tu casa me saludas a tu madre de mi parte.

-No vas a morir de parto ni de cornada de burro

No tengas miedo a morir, que no hay por qué temerlo. Morirás, eso que ni qué, pero si eres hombre no será de parto, ni tampoco de cornada de burro, porque los burros no tienen cuernos.

-Peca más el robado que el que roba

Hurtar es un pecado, pero también lo es la falsa sospecha que difama a seres inocentes; por esto, quien sufre la desaparición de un objeto, peca más, pues sospecha de todos los que le rodean.

-Ponte un cencerro al cuello y te seguirá el pueblo

Llama la atención, exhíbete, y aunque no ofrezcas soluciones a los problemas de tu comunidad, ésta te aplaudirá y te seguirá.

-Primero muerto que cadáver

No daré mi brazo a torcer. No cejaré en mi empeño. No hay contradicción en la sentencia, sino una modificación en la sentencia la palabra cadáver en lugar de cansado, para hacer risible el adagio.

-¡Qué bien te ves, pero qué mal me caes!

Dos hermosa damas de la alta sociedad se presentaron a una fiesta llevando el mismo “modelo exclusivo”. Con aparente afecto se dieron un beso en la mejilla y una le deslizó esas palabras al oído de la otra.

-¡Qué dolor de madre: tres hijas y las cuatro putas!

Terrible crítica que se dirige a los padres que muestran dolor porque sus hijos se comportan como ellos lo han hecho siempre.

-Sí, Chucha, tus calzonzotes

Es decir, ni quién te crea.

-Silencio, ranas, que va a hablar el sapo

Broma común en la que sólo tiene valor la súplica al silencio.


*Pérez, José. Dichos dicharachos y refranes mexicanos. México: Editores Mexicanos Unidos, 2001.
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No obstante esta arbitraria selección de literatura popular es, en la lógica del complot, una válvula de escape, no debe extrañar, sin embargo, que haya quienes interpreten la verdad de estos refranes, aduciendo que arrojan luz sobre el panorama post-electoral y que cualquier parecido con la realidad es, como anotó Jorge Volpi, culpa de ésta, es decir, mera reincidencia. Hay una máxima surrealista que dice que hay que volver al reverso todos los adagios, ¿será el caso?

El Carlos Fuentes derechista que no conocí

“El estruendo de los despotricadores
ensordece a los críticos.”
-Fernando Savater
No sé si a alguien todavía le sorprendan los juicios viscerales y desmesurados en cuestiones ideológicas. Sobre todo, cuando los tales consisten en burdas comparaciones que sólo reflejan un afán por, paradójicamente, comparar lo incomparable. Esto a propósito de la “argumentación” o crítica (por llamarle de algún modo) que, de manera irreflexiva, mi compañero bloguero Erich Moncada, activista lopezobradorista, hace sobre el escritor mexicano Carlos Fuentes cuando éste afirmó en una reciente entrevista:
“El catolicismo fue un factor increíblemente importante que impulsó a Calderón -desde el católico PAN (Partido de Acción Nacional)- hacia el borde de la victoria. Su victoria es un triunfo de la Virgen de Guadalupe, la patrona de México. Ella es la única realidad cierta en México. Ella es todo en lo que la gente realmente cree”.
Bien. Me queda claro, después de leer la entrevista completa, que Fuentes prematuramente interpreta –¡sin aprobar o alabar!— el porqué Felipe Calderón parece ser el virtual ganador. ¿Quien lee en esas líneas una apología de la religiosidad mexicana como el factor válido para la continuidad de la hegemonía del PAN? Es el factor, parece decir Fuentes. Un mínimo ejercicio básico de comprensión lectora discerniría en tales líneas una suspicacia descriptiva, pero al fin suspicaz. La obviedad: que el autor mexicano atribuya al catolicismo la victoria del PAN, no significa, sin embargo, que él esté de acuerdo con el resultado.
Por mi parte, no me sorprende que, bajo el influjo fanático partidista, el prejuicio ideológico, se acuñen afirmaciones tan fuertemente plantadas en el desconocimiento, la ignorancia solapada por el ímpetu, como las siguientes:
“Cerotón, igual que Vargas Llosa y sus actitudes derechistas. Si el IFE aún no ha dado la victoria a uno de los candidatos, ¿cómo puede hablar de la victoria de Calderón? Además qué manera de manipular a la virgen cuando vivimos en un país laico y donde, me gustaría pensar que es así, HAY MÁS DE UNA ÚNICA REALIDAD QUE UN PINCHE TRAPO MÁGICO.”
Ubicar en el mismo bando político a Vargas Llosa y a Carlos Fuentes, es un síntoma del radicalismo absurdo. Si no se condena abiertamente, se es tibio, o sea, derechista, como es obvio. Poco importa, por ejemplo, que, por una parte, Mario Vargas Llosa haya mostrado constantemente su apoyo al intervencionismo (invasión, guerra, etc.) norteamericano, y que, por otra parte, Carlos Fuentes deje ver su firme postura al respecto en Contra Bush (Santillana USA Publishing Company, 2004.).
De la misma forma, se es derechista por cometer el atropello a todo espíritu democrático al “hablar de la victoria de Calderón”. Claro, no podía ser de otra manera. ¿Cómo no lo había pensado? Aún más, lo condenable por todo republicano secularista y juarista: “manipular a la virgen”. Fuentes manipula a la virgen, es la tesis de Erich, quien quiso decir, parafraseando su línea mal redactada por las prisas (supongo), que Fuentes manipula a la opinión pública para convencernos que evidentemente su idea de que la virgen es “la única realidad cierta” es la causa de la “victoria de Calderón”.
El “error” del autor mexicano es, en cierto sentido, el simplismo, el reduccionismo. Un trapo mágico, como acertadamente dice el bloguero, no es la única realidad. No, no es la única, puesto que somos un país laico. La constitución lo dice. Ergo, la virgen no es la única realidad. La constitución lo dice. Ergo, México ha borrado, civilmente y en obediencia a la carta magna, toda la fe católica de su idiosincrasia. Parece que es más poderosa la constitución mágica que el trapo mágico, pues todo lo puede a partir de su promulgación. Cosa curiosa, fe secularista, la convicción de Erich está impregnada de una fe acaso superior a la guadalupana: “me gustaría pensar que es así.” Se necesita más fe para pensar que "es as" que la que tiene cualquier mexicano católico en su veneración a la virgen de Guadalupe.
No sorprende este tipo de aseveraciones en tiempos álgidos, de extrema polarización y más viniendo del hambre y sed de izquierda desbordada que lo mismo incluye a AMLO, Patricia Mercado y al EZLN. Lo que sí sorprende un poco es que se pretenda cierta razón (por decirlo de algún modo) cuando se lee superficialmente, o no se lee completo un texto antes de opinar (por decirlo de algún modo), pues a la descripción que Fuentes hizo le subyace implícitamente una crítica: la “victoria” de Calderón “significa que la campaña de miedo contra López Obrador -de que haría retroceder a México- funcionó”.
Si Erich hubiera leído completo el texto, su tesis sería la contraria y Fuentes, de ser un derechista, sería un argumento (por decirlo de algún modo) para fundamentar la supuesta campaña del miedo, con lo que López Obrador quedaría relativamente bien parado ante la opinión pública. Más lectura, menos víscera. Pero no. En otra ocasión será.

Cultura y dispendio

Es una verdad no políticamente correcta decir, en estos tiempos, que la difusión de la cultura (sea lo que signifique esta palabra) desde la esfera gubernamental es más bien un proyecto meramente ornamental y a veces absurdo. Se difunde, no se informa. El último gran reducto al respecto fue José Vasconcelos (1882-1959), cuyo proyecto –noble y de connotaciones apostólicas— consistía en incorporar a México en los valores artísticos y literarios de la tradición occidental y universal.
En un intento de educar e ilustrar a las masas semianalfabetas, la misión buscaba, por ejemplo, que los mexicanos leyeran el Ramayana o la Ilíada, cumpliendo así un papel a un tiempo hegemónico y pretencioso. Como se sabe, tal empresa humanista pecó de irrealista y hoy, a más de cincuenta años, la cultura como tema de agenda pública y política se transfigura desde el populismo entretenedor hasta el elitismo quintaesencial, aunque en el fondo estos dos extremos no sean sino dos máscaras del poder.
Y es que si el Estado, en tanto órgano rector, ha tendido a sacar las manos de aspectos como la economía, la educación, el empleo, etc., resulta curioso que la cultura aún se antoje como derrotero civilizador en el que los candidatos en campaña pretenden reivindicar demagógica y pomposamente un derecho ciudadano a la lectura, a la asistencia a conciertos, a exposiciones, presentaciones de libros. No es extraño, pues, que –sea desde el regionalismo o el centralismo— las autoridades culturales los cacareen y toquen trompeta en sus informes de gestión. Claro, aunque eso no signifique que los sonidos lleguen a la ciudadanía interesada en tales eventos.
Sin embargo, más allá del quejumbroso discurso hipercrítico que desacredita a priori e irreflexivamente todo, y dejando de lado el típico protagonismo de los políticos en turno, cabe considerar la labor de algunas instituciones que, amén de la ineficiencia y el burocratismo común a todo organismo público, figuran como aquellas que han realizado una labor significativa.
En el año 2000, a propósito del espíritu de la alternancia, el gobierno de la transición realizó, por medio de la empresa Gaus, una encuesta denominada Consulta Cultural a Conocedores, en la que se deja ver la opinión de alrededor de quinientos especialistas. El producto fue un documento de ochenta páginas en la que la comunidad experta le proponía al gobierno ciertas ideas para la promoción de la cultura.
Así, las instituciones de opinión más favorable fueron el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Canal 11, Canal 22, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fondo de Cultura Económica, Centro Cultural y Turístico de Tijuana, Radio Educación, Educal, Instituto Mexicano de Cinematografía y Estudios Churubusco Azteca.
Sin contar a las universidades públicas, algunas de esas instituciones se han constituido como los principales baluartes de la difusión cultural, a pesar de la mafia y discresionismo que les caracteriza. A seis años del diagnóstico que hacía Gabriel Zaid sobre el tema, el panorama no ha cambiado mucho y su pregunta sigue vigente: “¿de qué sirve ofrecer oportunidades culturales, si los posibles interesados no se enteran?” (Letras Libres, 2000, Año II, Número 23, p. 27)
Parece ser, entonces, que el problema es más bien de carácter práctico. La definición de cultura desata discusiones estériles y vedadas para el ciudadano común. El proyecto vasconcelista se ha transformado. Los políticos poseen una naturaleza protagónica por antonomasia. Pero a veces lo más inmediato es lo más olvidado: la información clara y oportuna para que, sea el Ramayana, la Ilíada o el libro vaquero, las acciones no resulten en un vana gestión.
A seis años de que el gobierno del cambio publicara los resultados de su consulta, sería hora que, en un inminente triunfo del tan llevado y tan traído proyecto alternativo de nación, estos nuevos párrocos fueran pensando en cómo podrían evitar el dispendio.