Archives: abril 2009

Poemas ardidos (la saga continúa)


Hace ya tres años compartí una serie de textos que titulé poemas ardidos. Gabriel Zaid recupera esta tradición tan lírica y tan viril en Cómo leer en bicicleta (1996), añadiendo su propia versión del mismo motivo. Por mi parte, yo también quise contribuir, mutatis mutandi, con este género que combina de manera visceral esas dos obsesiones ingratas: el amor y la política, en fin… He aquí la muestra que en aquel tiempo, cuando era yo más joven y más bello, posteaba:
Me contaron que estabas enamorada de otro
Y entonces me fui a mi cuarto
Y escribí este artículo contra el Gobierno
Por el que estoy preso.
-Ernesto Cardenal, Epigramas

Me dijiste que amabas a Licinio
Y escribí este epigrama contra César
Por el que voy camino del destierro.
-José Emilio Pacheco, Irás y no volverás

Me dijiste que ya no me querías.
Intenté suicidarme gritando ¡muera el PRI!
Y recibí una ráfaga de invitaciones.
-Gabriel Zaid, Cómo leer en bicicleta

Me cortaste despiadadamente
Y ahora andas con otro.
Es por eso que posteo:
¡Pinchis putos cabrones del gobierno!
-Luis Lope, Himno entre ruinas
En una especie de actualización –que en nada refleja mi situación sentimental, así que nadie llame a síntoma tal acto—, decidí añadir otro epigrama de mi autoría a la saga. El título tentativo sería algo así como “Herencia sáfica” o “La porfía de Alceo” y reza así:
Me dijiste que era el hombre perfecto,
Aunque sabemos que la mujer más imperfecta
Tiene más oportunidades de besarte,
Mientras yo escribo que chingue a su madre el Peje.
Y ya.