Archives: marzo 2009

Ivy League y Los Invasores de Nuevo León

Ser rechazado por una prestigiosa universidad norteamericana es equivalente a no ser correspondido por una mujer tan bella como Mónica Bellucci. Las posibilidades de ser aceptado se antojan tan remotas e improbables que uno se siente tentado a presumirlo y gritarlo a los cuatro vientos como si la respuesta hubiese sido positiva; como si la actriz italiana hubiese sido tan cordial para acceder a una cita en donde uno será –inexorablemente, aunque con muy buenas maneras— mandado al diablo; como si un no no fuese, al fin y al cabo, un no

Siguiendo con tal analogía, cabe resaltar el carácter multitudinario de los ilusos aspirantes que, en el caso de la solicitud de doctorado en este tipo de escuelas, suman alrededor de 9500, de los cuales sólo 450 son los afortunados aceptados. Belluci, conjeturo, no ha de ser menos selectiva a la hora de elegir a su pareja. Frente a esto, toda aspiración es, casi, una mera ilusión, sí, posible aunque difícil. Una beca de 25 000 dólares al año escolar es semejante a las delicias corporales de la mencionada mujer, que bien servirían para sobrevivir, digamos, en el carísimo este norteamericano, específicamente en la región nombrada como Nueva Inglaterra. Harvard, Columbia, Brown, Cornell, Princeton, Darmouth, Pensilvania y, para el caso, Yale, son, así, las grandes divas.

Después de un no diplomático (“As you know, the very high number of extraordinary candidates among our 9,500 applicants far exceeds the number of places we have in each program, and we are not able to admit many excellent candidates” o “lo siento, no puede ser”) vienen las palabras de los amigos que suponen consuelo, ánimo o, por así decirlo, empatía. Se agradece. Lo cierto es que, amén de la comparación con la diva italiana, ser bateado por una universidad elitista es, sencillamente, ser bateado por una mujer bonita. Sirva, pues, el himno del macho chero llorón negado a ser consolado en su pena, y que conste que sirva esto como mera analogía, mero ejercicio de ficción, ¿o no?