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Un cuento y un diario

Yo no escribo cuentos, pero sí he escrito un brevísimo cuento, cuyo valor literario asumo y afirmo como nulo. Desde el mismo título, se vislumbra ya el afán efectista, el ademán formulista, la involuntaria caricatura en el protagonista, ese tono pretencioso adoptado por un narrador advenedizo: “Soren el angustioso” es, no obstante sus irremediables defectos, un mero documento personal, o bien, un homenaje ingenuo a un personaje de la historia de la filosofía y la teología.

Así, para vergüenza mía y para gloria de mis detractores, no niego ser el autor de ese cuento que tuve la osadía de reproducir aquí hace ya tres años –si algún ocioso y morboso gusta, puede leerlo acá. No puedo negar, además, que fue originalmente publicado en la revista Textos de la Universidad Autónoma de Sinaloa, como parte de un artículo-reportaje sobre El Club Chufa y otras manifestaciones literarias en Sonora, escrito por Omar Cadena. Nada trascendente.

Traigo a colación tal tema más bien por motivos incidentales. Mi cuento es de una pobreza tal que se limita al nivel temático; y hace poco volvió a mi memoria la imagen del filósofo danés a través de la lectura de su diario personal. Para ejercitar mi nefasto inglés, y al voltear a mi desvencijado librero, noté que era de los pocos libros en inglés que estaban en él. The Diary of Sören Kierkegaard fue un regalo de Carlos Pacheco. Lo consiguió, me dijo, baratísimo en Amazon. Y la verdad es que nunca terminé de leerlo.

No soy yo, ni es este el espacio para discurrir sobre la obra filosófica y literaria de Sören. Sólo diré que su diario personal, más que personal, es una serie de razonamientos en torno a diferentes obsesiones de su andar filosófico y teológico: el luteranismo, el protestantismo, el hegelianismo, la ironía, la analogía, la angustia, su padre, Poul Möller y, por supuesto, Regina Olsen. Sólo en unas pocas partes, el solitario de Copenhague deja ver su romance venido abajo por su mórbida obsesión con la angustia, el sacrificio.

Es acaso en su Diario de un seductor donde se observa novelada la historia que le ha dado el cariz visceral a su visión filosófica. Es, sin embargo, el tono a un tiempo lacónico y lapidario lo que hace a su diario personal una lectura muy gozable:

After my death no one shall find in my papers (that is my consolation) the slightest enlightenment on what fundamentally filled my life, nor find the writing in my inmost being that explains everything and often makes what the world would call trifles into vastly important events to me and [vice versa] what I regard as insignificant –when I eliminate the secrets notes that explains it.
Con fines plagiarios, tomé una traducción regular de la primera nota del diario, fechada en 1836, la modifiqué y reproduje en mi cuento, no sin dudas sobre el improbable efecto estético. Todo en aras de la claridad temática y de trama.

Anoche fui a una fiesta. Todos admiraban mi personalidad y mi sobriedad. Estaban de acuerdo en que era el más agradable, por lo que supe que me encontraba de sobra en ese lugar. Regresé a mi departamento.
La versión en inglés, tal vez más fiel a la original danesa, reza así:
I have just returned from a party o which I was the life and soul; witt flowed from lips, everyone laughed and admired me –but I came away, indeed that dash should be as long as the radii of the earth’s orbit ----------------------wanting to shoot myself.
Un yerro literario de juventud importa poco. Lo que sí es imperdonable es que alguna vez estuve tentado a convertirlo en novela. Gracias a Dios, eso no sucederá. Y tal vez sea una mera ociosidad pedirles que no la esperen. No la esperen.