Archives: abril 2005

Noticias con sabor a Bours

En Cochabamba como en Hermosillo, en Bogotá como en Obregón, hay una verdad que se antoja categórica: el viciado manejo de la información según la trinchera ideológica o línea partidista del medio informativo que la difunde. La objetividad e imparcialidad de los medios latinoamericanos es un dulce sueño del progreso y la razón que no se contamina aún con la realidad sin adjetivos. Pero, como es de saberse, es un hecho que responde a una nuestro horizonte cultural: No distinguimos entre asuntos públicos y asuntos privados. Los políticos y funcionarios suelen confundirlos. Los medios masivos deberían tener, en ese sentido, una enorme responsabilidad. Sin embargo, el apelativo cuarto poder se ha vuelto una mala quimera o una buena broma. Para ser objetivo, se necesitaría ser un desinteresado, no tener interés de ningún tipo al tomar la pluma o el micrófono. Imposible. Dime dónde lo leíste o lo escuchaste y te diré contra quién o contra quiénes van. “Yo no lo sé de cierto, lo vi en televisión”, recordando al poeta Jaime Sabines.
Esto a colación con respecto al fenómeno curioso del programa noticiario “Entre todos” transmitido de lunes a viernes por la televisora del Gobierno del Estado: Telemax. No es un secreto que esta administración y tal grupo informativo, encabezado por Víctor Mendoza Lámbert e Hilario Olea, conductores de dicho programa, tienen una estrecha, estrechísima relación o convenio laboral, considerando la línea boursista a la cual se muestran sosegados tales conductores en su chabacano noticiario. No es un secreto tampoco que la administración, panista, del Ayuntamiento de Hermosillo ha tenido sus roces administrativos y/o diplomáticos, desde hace algún tiempo, con el gobierno, perpetuamente priísta, del Estado. En este contexto, es evidente que la Dirección de Comunicación Social del Gobierno del Estado ha sido substituida -entre comentarios campechanos y lectura de correos electrónicos, entre anuncios de valiosos patrocinadores y la sección del estado del tiempo- por una empresa de noticias cuya focalización es, cual polarización llana, anti-panista (léase administración municipal de Hermosillo) y pro-“gober” (del Estado, por supuesto). Qué triste que, como población, no seamos capaces de producir más horizontes que éstos, los cuales son la misma agenda cotidiana.
En sí mismo, no es un pecado ni un delito que un medio masivo tenga, por el interés que sea, una línea ideológica. Todos, subrepticia o abiertamente, la tienen. Este mismo medio en el cual usted lee, atento lector, tiene la suya. Negarlo sería caer en una versión periodista de la demagogia: la manipulación contemporánea. Por otra parte, no hay nada más lógico, natural y hasta sano, que las diferencias partidistas y las polémicas por temas públicos de fondo entre los poderes del gobierno municipal y estatal. Lo imperdonable es sentarse a la cámara para sólo falsear la inserción pagada, editorializar y a la vez ser parte, pintarrajear la tendenciosidad en una nota.
Una sociedad madura debiera discernir los discursos de quien los reproduce y que implícitamente los valora para difundirlos. Una sociedad madura debería leer el periódico y ver las noticias con la certidumbre de la duda y el ejercicio de los criterios más certeros: el análisis y la crítica. En la realidad sin adjetivos una sociedad, madura o no, podría aspirar a algo más que la polarización y la guerra mediática. Y, si el caudal a tanto alcanza, a mejores periodistas.


El Club Chufa y otros estados metafísicos

La primera vez que conversé con Carlos Pacheco me confesó, después de sobarse el mentón, que se veía a sí mismo como un cartesianista. Tal aseveración me pareció risible, mas -en cierto modo extraño- plausible. Antoine Roquetin, ese desquiciado protagonista de la despoblada novela La náusea de Jean Paul Sartre, cedía en sus borracheras también a esa locuacidad. Su (la de Carlos y la de Roquetin) degradación filosófica no tardaría. Después, lo miraba pegándose en la frente un papel impreso con grafías japonesas. Era, según su argumento, para ahuyentar demonios. Era un chufa. Así también, la primera vez que conversé con Fugo Medina me comunicó su adhesión al budismo. Más allá de un simple juicio producto del estereotipo, sus inexpresivos ojos y su rostro pálido al menos parecían confirmarlo. Anulé mis conjeturas, pues así, cínicamente, don Fugo rendía culto a la deidad contemporánea conocida como mass media. No era, por supuesto, el nirvana la meta suprema de su salvación.
¡Oh mundanal ruido!"-exclamó el poeta Fray Luis de León. Se refería, a mediados del siglo XVI, en albores muy en ciernes de modernidad, a la condición estridente y miserable que rodea al hombre -y a la mujer, para utilizar un lenguaje iincluyente en estas publicaciones políticamente correctas. El de Fray Luis fue un poema y, a su vez, una profecía a la manera de las de Isaías en el templo de Jerusalén o las de Daniel frente a Nabucodonosor y los babilonios. A estos dos, a Carlos Pacheco y Fugo Medina, no los conozco más que por sus máscaras intelectuales, muy comunes en el oficio de escritor. A estos dos, al Club Chufa o los múltiples nombres que tenga esta categoría patológica, no los conozco más que por su enferma visión del mundo en lo bajo y vil de su búsqueda y propuesta literaria. Intuyo de ésta la imagen de un dilettanti, un snobismo ávido de representatividad (no merecida) y, sobre todo, de público. Construida de un metalenguaje pedante y ramplón, la literatura chufa posee la nata obsesión por molestar al lector, no con su brillantez, elegante obscuridad o franca genialidad, sino con su simplonería temática en simbiosis con su caterva de artificios. En otro autores estos elementos acaso tendrían la lejana expectativa de ser logros y virtudes del ejercicio escritural del naciente siglo XXI. Pero en ellos se respira un afán ansioso y mitotero por "crear" un efecto preciso. Cuando éste es percibido, ¡no sucede nada!..y cuando no, obviamente, tampoco. La insipidez misma.
A estos dos no los conozco más que por la filigrana verbal de sus estrambóticos textos. La mente abigarrada es una herencia no bien asimilada, un don como la glossolalia de Pentecostés, de la vanguardia artística en su romanticismo iconoclasta. Los caudillos de la posmodernidad son los que se ponen en la brecha y nos dicen: "Ea, ea, abrid, hombres, vuestro corazón y oíd que el azar es nuestra deidad". El Club Chufa, su único hijo maculado, ha descendido a los infiernos y allí se ha instalado, confesando esa misma declaración de fe.Hoy al importamadrismo se llama tolerancia; al desarraigo, universalidad; a los intereses, ideología. Los curiosos eufemismos de la posmodernidad. No se trata de colar el mosquito y tragarse el camello. Ni esto es una crítica sistemática. Sería yo contra mundum. La condenación, a la manera del Ayatolá, del goce estético producido por la lectura de de la novela cósmica e inaudita de Fugo, Gametech, o de los cuentos virtualmente ubicuos de Carlos Pacheco, no es lo mío. Tal condenación y tal lectura se autodeconstruyen. Como objeto tal de estudio, la Literatura no existe. La crítica literaria es un no-tema. Con Terry Eagleton afirmo que es una práctica discursiva. Y no obstante, el esteta goza al imaginar que el arte -como él concibe- en sí no sirve para nada. En tal caso, cualquiera persona más o menos razonable podría considerarlo algo excéntrico e intrascendente. Se imparten conferencias sobre la autoreferencialidad en la poesía de la segunda mitad del siglo veinte, Madonna dice que no conoce a nadie que sea feliz, existen 500 billones de dólares en bombas nucleares más destructivas que las de Hiroshima, y un estudiante de Literatura, como una variación del mismo tema, opina que la vida -como él la concibe- no tiene sentido. Creer que dedicar cuatro o cinco años de una carrera universitaria a investigar cronotopos y cuantificar metáforas tiene igual importancia... Creer que negarnos a visitar en la lectura a Carlos Pacheco y Fugo Medina significa igual importancia es, a pesar de todo, criterio y elección nuestra. No importa, estoy a la izquierda de la bondad humana. Y extrañamente todos somos anarquistas de derecha. Como los hipócritas fariseos y saduceos, le pedimos al prójimo que haga lo que uno lo que dice, mas no lo que uno hace. Exigimos que actúen como cristianos siendo nosotros mismo paganos. La cizaña estaba desde el principio sembrada. Carlos con el cartesianismo, Fugo con el budismo; para terminar en la corriente sin nombre, mientras que, por el momento, se designa al término moderno un inexacto pos. La palabra moderno ya nada dice. Y es cuando surgen, degradadas, las sílabas Chufa.

¿Hasta el fin del mundo?

No hubo en estos últimos días otra nota más difundida en la agenda local, nacional e internacional que la de las últimas horas de vida de Karol Wojtyla, Juan Pablo II, el papa polaco, testigo de la Segunda Guerra Mundial y otras devastaciones del siglo XX. Para la grey católica, sucesor de san Pedro, el apóstol sobre quien Jesucristo -según el evangelio de Mateo- edificó su iglesia, este papa, más que una persona de carne y hueso, fue un personaje, una construcción a base de impenetrable política vaticana y medios masivos de comunicación, ávidos de un público crédulo, no necesariamente creyente. Sin caer en una visión iconoclasta de lo que representa espiritual o eclesiásticamente para las comunidades católicas, es curioso cómo, de repente, la muerte de un hombre pocas veces bien escuchado y menos veces leído -fue autor de algunos libros- despierta la atención de católicos y no católicos.No es aquí el espacio ni el momento para polemizar o debatir hasta qué punto los excesos de las televisoras y demás medios convierten la respetable y sincera fe de la gente en idolatría, fácil lisonja o mero fanatismo. Tampoco aludo aquí a la queja de López Obrador y sus discípulos de la cobertura en demasía por parte de los medios, la cual ha traído -según el triste evangelio quejumbroso al que el tabasqueño nos tiene acostumbrado desde los videoescándalos hasta la fecha- una desatención pública de los asuntos nacionales, o sea, su asunto. Bah. El pecado de megalomanía, como si no le bastaran sus diarias conferencias de prensa. Aludo aquí, volviendo al tema del papa, al manejo indiscriminado de la envestidura cuasideificada que le han atribuido las masas al pontifice. Aludo a la campaña mediática de saturación al colmo que, debido a eso, llega uno ya a confundir los papeles y hablar de “la muerte de Andrés Manuel López Obrador y el desafuero del papa”.Desconozco mucho cómo ha sido el manejo informativo público de los papas anteriores. Lo concreto es que la fórmula del “papa peregrino” les ha funcionado a los distintos medios para cubrir e intentar tener las primicias en sus múltiples viajes alrededor del mundo de los cuales México, por supuesto, no fue la excepción. Con el lema “México siempre fiel” uno se pregunta qué se refiere esa frase: ¿fiel a quién?... No importa: los medios y las masas no privilegian precisamente la reflexión. Es tarea del individuo practicarla. Los spots en la televisión acerca de la religiosidad o a espiritualidad parecen vagos o descontextualizados como aquel en donde casi al finalizar se escucha: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Es la frase que sale de los labios de Juan Pablo II, dando a entender en pantalla que es él, en medio de su agonía, quien va a estar con nosotros hasta el fin del mundo. Se le hace suplantar las palabras de Jesucristo, a quien supuestamente representa.El título Vicarius Fillis Dei (representante del Hijo de Dios) desaparece en el spot de Televisa, para ser sólo efectivamente Fillis Dei (el Hijo de Dios). ¿Sabrán los millones de mexicanos católicos que nunca han leído la Biblia que tales frases son en realidad una cita del evangelio? ¿Cómo las asimilan o las entienden? ¿Supo Karol Wojtyla que se le ha editado para que su cita del evangelio de Mateo afirme que fue él (y no Jesucristo) quien dijo que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos? ¿Sabría el papa de tal deificación? ¿Representaría o suplantaría a su Señor?

Una versión casi necesaria: "Unfairhenheit 9/11: The lies of Michael Moore" de Christopher Hitchens

Una verdad inexorable del momento: el globo está hoy polarizado. Ante esto, nos queda -contra todo, y sin visos de originalidad- la razón del equilibrio, diría Silvio Rodríguez. No se necesita estar muy informado, preparado, o tener mucho criterio, para elegir cualquiera de los dos bandos, a menos que ya se encuentre posicionado en uno. Aunque en el fondo ninguno de estos dos se encuentren a la altura de sus propios principios, la batalla, cuanto más mediática, se torna más cruenta.
Hitchens reta literalmente a Moore. El autor de A Long Short War: The Postponed Liberation of Iraq reta al director de Fahrenheit 9/11. Christopher Hitchens, en sus propios términos, tiene problemas con la izquierda norteamericana; Michael Moore, por su parte, con Bush y los republicanos. El columnista de Vanity Fair y The Nation ha suscitado con su artículo "Unfairenheit 9/11: The lies of Michael Moore" una polémica de la polémica. Como lugar común, puedo decir que F 9/11 avivó conciencias o despertó suspicacias, según las trincheras ideológicas. Fue entretenimiento adoctrinante y edificante del snob, de la izquierda yuppie norteamericana y, sin duda, de nuestro ya clásico antiyanquismo latinoamericano. Fue un testimonio muy propio del tótem de la democracia entendida y auspiciada por Occidente y la crítica como rasgo esencial de la modernidad. Sin embargo, fue también víctima al ser una versión en los brazos atroces e inmanentes de la posmodernidad.
En otro tiempo, Hitchens despotricó, como muchos, contra Mel Gibson en su afán efectista en la Pasión. Aunado a la orientación política, los cargos contra Michael son también de la misma índole: lo acusa de apelar a la sensiblería hasta rayar en la manipulación fraudulenta. Lo tacha de ignorante y de caer en contradicciones. Lo reta despectivamente a un debate público. Para Hitchens, F 9/11 es un filme tendencioso que se ofrece como la "clave de todas las mitologías". No hay miramientos cuando afirma: "Describir esta película como deshonesta y demagógica sería casi otorgar a estos términos un barniz de respetabilidad." (trad. de Jordi Doce) Iraq, el terrorismo,11 de septiembre, Bush, son los temas claves y son, por supuesto, los temas ya situados en la ambigüedad debido a la polarización. En el intento de hacer un crítica coherente y sistemática, presenta una lista de seis tesis o proposiciones que Fahrenheit 9/11 sostiene acerca de Bin Laden y Afganistán. El resultado es una serie de argumentos más o menos consistentes que pueden (o no) ayudar a definir nuestra posición sobre de la intervención (o invasión) de EUA a Afganistán o a Iraq. Es casi un acto de fe acceder a esta u otra postura. Lo menos peor es siempre la mesura. No recuerdo que haya habido tanta oposición generalizada a una guerra o a un presidente norteamericano. La Bush-fobia se ha desatado como reacción propia de una demonología secular. A Washington habría que hacerle ver el concepto y realidad viviente llamado "comunidad internacional", que la lógica militar no es, ni en mínimo, la panacea a la complejidad de la problemática mundial. Sin embargo, revisando a Christopher Hitchens, sinceramente creo que la verdad en extremo parcial de Michael Moore no puede ser la verdad.

Tan lejos de Bush

"Amo demasiado a mi país para ser nacionalista"
-Albert Camus

Tristemente, ser mexicano -una vez más, después de 2 de noviembre de 2004- ha de implicar, sencillamente, ser antinorteamericano. Una vez más nuestra tendencia a la afirmación a partir de la negación. Ser mexicano es no ser gringo. "Los gringos, dice el chauvinismo ramplón e ignorante, no tienen cultura. Nosotros sí". Esta actitud en nuestra idiosincrasia es ya instintiva y, por lo tanto, irrefutable. El viejo refrán (Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos) tiene hoy un significado confuso. ¿Qué significa hoy, en medio de grandes polarizaciones y derrumbes ideológicos, tal lejanía y cercanía? ¿Cuál es el asunto en verdad importante de nuestra vecindad? Es claro que no somos nosotros, herederos de la contradictoria Malinche, los más favorecidos.
Sin embargo, a estas alturas de los tiempos, deberíamos revisar (o desmitificar) nuestro curioso nacionalismo. La verdadera campaña anti-Bush no la ha llevado acabo Michael Moore (director de Fahrenheit 9/11), ni el Partido Demócrata, ni la sociedad civil estadounidense preocupada por el principio bélico que dicta la política internacional de sus gobernantes, sino Latinoamérica. Las izquierdas latinoamericanas marcaron, desde un principio, su postura. Bush era una amenaza internacional. México, cuya frontera norte es un ojo de huracán y testimonio vivo de nuestra condición frente a EUA, ha tenido una voz clave en tal campaña. No obstante, como sabemos, el mundo no es como queremos y, en un proceso electoral extraño para nosotros, Bush fue reelecto.
Una vez más, un trauma histórico que tiene, sin duda, sus dobleces y contradicciones. Ante la evidente y crítica situación política y económica al sur de Río Bravo, no queda sino la queja fácil, la autoindulgencia ideológica: la culpa es de EUA y las transnacionales, el Fondo Monetario Internacional y George W. Bush, que quiere el petróleo del mundo (“¡el nuestro!”…-proclaman rasgándose las vestiduras algunos dinosaurios del PRI.) Amén de otros lugares comunes. De ahí nuestra leve simpatía por los demócratas norteamericanos. John Kerry, un voto (¿mal?) necesario. Sin embargo, tal simpatía –a la luz de ciertos hechos económicos- puede no precisamente beneficiar. El Partido Demócrata, generalmente asociado e identificado con el ala sindicalista, no dudaría en ceder a ésta y reforzar el proteccionismo, el cual significa, a pesar del TLC, menos acceso de productos mexicanos a EUA. Es curioso, ante esto, nuestro encogimiento de hombros. ¿De qué se trata? La izquierda y la derecha no son conceptos y realidades puras. Hay un plus: ese nivel que trasciende el ideológico. La izquierda inglesa no apoyaba la gratuidad de la universidad pública, mientras que en México la izquierda la tomaba como bandera de identidad (léase paro de UNAM).
Tales contradicciones no se resuelven ni se superan: se disimulan o se olvidan, se petrifican y se incorporan a nuestra vida cotidiana. "Los otros, los gringos, no tienen cultura". Eso no impide, por supuesto, que a lo ancho de nuestra frontera, miles de mexicanos crucen, cada fin de semana, la línea en un engorroso trámite de verificación del cual, por otra parte, se quejan e hipócritamente afirman que "como México no hay dos". Tampoco evita que muchos más mexicanos aspiren a conseguir un empleo de las arcas de la estable economía norteamericana. Emulamos lo que decimos despreciar. Una vez más, la autoindulgencia. La afirmación a partir de la negación. ¿No hay más?

Además, opino (inspirado en León Krauze, inspirado en Javier Sicilia)

Además, opino que hay que congelar el precio de la tortilla, como quería Bartlett. Mentarle la madre a Bush. Boicotear a la Coca-Cola, Wal-Mart y a todas los productos estadounidenses. Cantar al unísono México lindo y querido. Decir que los gringos no tienen cultura. Celebrar el día de muertos, no Halloween. Visitar no Disneylandia ni Las Vegas, sino Chichen-itzá, Xochimilco, Teotihuacán y Palenque. Ordenar a las televisoras que transmitan todos los octubres Rojo amanecer. Exigir más presupuesto para la promoción de la cultura y las artes. Pelear por la gratuidad de la universidad pública. Tomar tequila. Terminar de convencernos de que el capitalismo es muy malo. Decir no al desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Acabar con los neoliberales, tecnócratas y malos mexicanos.
Además, opino que hay que bla, bla, bla...