Archives: 2005

Turquía y yo


Un amigo mío me instaba atentamente a registrarme en Hi5, una de esas invenciones virtuales utilizadas para, de alguna manera soterrada, mantenernos enajenados a la red. Después de un breve llenado de datos personales, uno es publicado con la esperanza de que otros igualmente enajenados le envíen la invitación que le pregunta si puede uno ser su amigo. Así, llanamente, la amistad a partir de un solo clic. Y bien, como el tipo normal y adaptado al mundo que soy, me registré sin cuestionamientos.
Hace poco abrí mi correo y me topé con la agradable sorpresa de tener la invitación de una chica turca. Sí, de Turquía, un país musulmán cuya geografía e historia representa un caso híbrido y particular, pues se debate, hoy, entre la religión y el secularismo de la democracia occidental. Sobre todo, con lo que tiene que ver con los derechos y papel de la mujer. Turquía es el país “menos musulmán” de los países musulmanes, en el sentido de que el grado de secularización alcanzado en las últimas décadas es más o menos notable: se dice que es ya común ver a mujeres con el ombligo al aire por las calles de Estambul o Ankara. Un hecho inaudito en Irán o en otros países del Medio Oriente. Y vaya que son atractivas las turcas.
Ubicada sintomáticamente una parte en Asia y otra en Europa –la península asiática, “Anatolia” (97%) y la parte europea, “Tracia” (3%)—, Turquía tuvo su reforma liberal a partir de la figura de Kemal Atartuk, quien en 1923 instituyó una democracia parlamentaria, separó la religión del Estado y cambió los caracteres árabes del turco a caracteres latinos.
De esa manera, los turcos aprenden con accesibilidad hegemónica el idioma inglés: Özlem y yo platicamos en nuestro inglés improvisado, globalizado... Una plática que tiene miras en la visión de la otredad como con nostalgia de un tiempo mental del que fuimos arrebatados por la contingencia nosotros, quienes nos creemos universales y pretendemos –siguiendo un abc del cosmopolitismo— reconocernos en la viñeta oblicua de otras latitudes. Para mayor claridad, diría un pedante, lo diré así: el eidetismo de la fenomenología. (Perdón, pero quería usar pedantemente esa palabra en mi blog). Claro, aunque ese reconocimiento concretamente a veces tenga que ver más con Linking Park, Metallica, Marilyn Manson, que con otra exquisitez de la esencia humana. O tal vez, la esencia humana contemporánea sea Linking Park, Metallica y Marilyn Manson.
Hi5 llega a Turquía, como a todo al mundo donde hay acceso a la matrix-red, permitiendo la intercomunicación entre los diversos miembros del planeta. Sin embargo, la globalización no es tan brutalmente eficaz o unipolarizante como arguyen los críticos, nacionalistas celosos de las fronteras políticas-económicas y las identidades culturales. A veces, no dejo de sentir algún tipo de extrañamiento frente al complejo mosaico de implicaciones diferenciadoras entre una bella chica musulmana de 21 años de Ankara y un ente suburbano y tercermundista como puede ser, por ejemplo, yo.
Tal bifurcación se refleja también en la disputa política de la incorporación de Turquía a la Unión Europea, lo que haría más patente su occidentalización. Turquía quiere ser europea y, sin embargo, es aún la otra. Con el estigma religioso del Islam, carga a cuestas una tradición sospechosa para el ojo moderno que no concibe que una sociedad crea en un Dios omnipotente, ore cinco veces al día y lea a pie juntillas su libro sagrado. El paralelo de esta idiosincrasia con la tradición cristiana es innegable por razones de índole histórica, pues, según la Biblia (Hechos 11: 26), es en Turquía donde se llamó por primera vez cristianos a los discípulos de Jesús de Nazareth. Más tarde, el emperador Constantino declararía en Constantinopla el cristianismo como la religión del imperio romano. Esta ciudad, a la postre, se convertiría en Estambul con la invasión del imperio otomano (1453 d. C.), dejando de ser el bastión del cristianismo bizantino para ser lo que es hasta nuestros días: una comunidad musulmana con raíces cristianas muy recónditas.
Éstas son las bondades del fenómeno global del Internet: te permite conocer a gente cuyo lugar de origen es remoto a ti tanto física como culturalmente. Asimismo, como en la suerte de una prestidigitación, te brinda la convivencia de sujetos diferenciados –ya sea por no creer en Muhammad o por no creer que Dios tenga un Hijo— aunque hermanados. Definitivamente, sin dejo de ironía, el sistema funciona.

Folklore a huevo o el fascismo de izquierda


Fabrizio Mejía Madrid nos cuenta en un relato non fiction acerca de su estancia en Venezuela o, más bien, Chavezlandia:

“Atravesamos los estados de Carabobo y Cojedes al ritmo de joropo en la radio. Me parece curioso que los venezolanos estén tan metidos en su propia música.
—No hay de otra –dice el taxista Richard–. Por ley, el 50 por ciento tiene que ser música venezolana y, de ésta, el 30 por ciento regional. Al menos se libran de Britney Spears, pienso, pero no quiero que se confunda mi gusto musical con un llamado antimperialista que siempre termina por recordarnos la pérdida de la mitad del país, nos envolvemos en la bandera de cómo nos han chingado, y lo felices que somos los latinoamericanos oyendo requintos y arpas. Se hace un silencio.”
Así es. Al parecer el gobierno tristemente retrógrado y populista del comandante en jefe, Hugo Chávez, ha dado muestras de su vil autoritarismo populachero, es decir, el fascismo a secas, más allá de las geografías ideológicas. Ha puesto en vigor una antigua ley sobre la música que ha de tocarse en la radio.
El joropo, género tradicional venezolana, es hoy el género del régimen. Si escuchas a u2 o Metallica, eres un traidor a la patria. Bah. El joropo es muy de mi gusto, pero regularlo por ley, por favor...

¿Éste sí es de Velázquez?

Cristo y Velázquez



Como no tengo tiempo ni ganas de postear nada, les dejo el Cristo de Velázquez para cualquier visitante, ávido espiritual o morbosamente, lo venere, lo admire o, si se quiere condenar por la eternidad, lo insulte. Feliz vista.

Filósofo cínico



Cuando Alejandro Magno le preguntó a su maestro Diógenes que si qué podía hacer por él, éste le contestó que podía hacerse un lado, pues su figura le tapaba el sol.

Sentencias


Adolfo Castañón tradujo y publicó hace un buen de tiempo (Vuelta, núm. 193, diciembre de 1993) un cúmulo de sentencias que Montaigne, el ensayista francés, agrupa como “semillas de sus ensayos” y que figuran, según Castañón, en la obras de Montaigne en las lenguas originales: griego y latín.
Para algunos, estas sentencias, citas citables, frases célebres, muy típicas de Selecciones de Readers Digest y de otras publicaciones de erudición y alta cultura nula, les parecerán inocuas o de hueva. Incluyo en este tipo de lectores-blogueros a aquellos que se niegan a ser “moralizados” con estas “dosis de sabiduría”, muy al estilo de las lecturas edificantes. No obstante, para otros, más curiosos, reflexivos y convergentes, les será una lectura interesante. Así que, fiel a mi instinto de reproducir casi religiosamente lo que leo, héanlas aquí:

“El fin del saber para el hombre está en considerar como bueno lo que lo que suceda y no en preocuparse de lo demás.” Eclesiastés

“Dios ha dado al hombre el gusto del conocimiento para atormentarlo.” Eclesiastés

“El viento hincha los odres vacíos; la fatuidad a los hombres sin juicio.” Estobeo, Sentencias

“La vida más dulce consiste en no pensar en nada.” Sófocles, Áyax

“No es de esta otra forma ni de la otra, ni de ninguna de las dos.” Sexto Empírico, Hipotiposis, I, 19

“La noción de todo el mundo de cosas que Dios ha hecho está en nosotros –tanto de las mayores como de las menores.” Eclesiastés

“Pues veo que, en la medida en que somos, no somos nada más que fantasmas o, apenas, una leve sombra.” Sófocles, Áyax, citado por Estobeo en De Superbia

“¡Oh, desgraciados espíritus de los hombres! ¡oh corazones ciegos! ¡En cuantas tinieblas de vida y en cuantos peligros transcurre el poco tiempo que tenemos!” Lucrecio, La naturaleza de las cosas, II, 14

“Quien por ventura se toma por un gran hombre, se verá abatido completamente al primer pretexto.” Eurípides, citado por Estobeo en De la soberbia

“Todas las cosas, junto con el cielo y la tierra, no son nada junto al gran Todo.” Lucrecio, La naturaleza de las cosas, VI, 678

“¿Has visto algún hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él.” Proverbios 26: 12

“Así como ignoras cómo está unida el alma al cuerpo, así ignoras la obra de Dios.” Eclesiastés, XI, 5
“Puede ser así y puede no ser así” Sexto Empírico, Hipotiposis, 1, 22

“Lo bueno es admirable.” Platón, Cratilo

“El hombre es de arcilla”. Anónimo

“No seáis en vuestra propia opinión.” San Pablo en los Romanos, XIII, 16

“La superstición obedece al orgullo como a su padre.” Estobeo, De la soberbia

“Dios no deja que nadie, salvo él mismo, se enorgullezca.” Anónimo

“No temas ni desees tu último día.” Marcial, Epigramas, X, 47

“… porque no sabes qué es lo mejor: si esto o aquello o lo uno y lo otro es igualmente bueno.” Eclesiastés, II, 6

“Soy un hombre, considero que nada humano me es ajeno.” Terencio, Heautontimorumenos

“No por temor a ser estúpido seas más sabio de lo necesario.” Anónimo

“Y si alguno presume de su saber, no sabe aún qué es saber.” San Pablo a los Corintios, 7, 2

“Si piensa que es algo, el hombre que es nada, se seduce y engaña.” San Pablo a los Gálatas, 6, 2

“No seáis más sabios de lo necesario; sed sabios con sobriedad.” San Pablo a los Romanos, XII, 3

“Ningún hombre ha sabido ni sabrá nada de cierto.” Jenófanes. Tomado de Sexto Empírico

“¿Quién sabe si morir es lo que se llama vivir y si morir es vivir?” Eurípides, citado por Estobeo

“Todas las cosas son demasiados difíciles para que el hombre pueda comprenderlas.” Eclesiastés

“Se pueden decir muchas palabras en un sentido y en otro.” Homero, Ilíada, XX, 249

“La especie humana está excesivamente ávida de cuentos.” Lucrecia, De natura rerum, IV, 598

“Cuánta inanidad de las cosas.” Persio, I, I

“Vanidad por todas partes.” Eclesiastés

“Guardar la medida, observar el límite, seguir la naturaleza.” Lucano, Farsalia

“¿Por qué glorificarte, tierra y ceniza?” Eclesiastés

“¡Ay de los sabios en sus propio ojos!” Isaías, V, 22

“Goza agradablemente del presente; lo demás está fuera de ti.”Anónimo

“A cualquier razonamiento se le puede oponer un razonamiento de igual fuerza.” Sexto Empírico, Hipotiposis, 1, 6

“Vaga nuestro espíritu en las tinieblas y, ciego como está, no puede distinguir lo verdadero.” Michel del l’Hospital

“Dios ha hecho al hombre semejante a la sombra. ¿Quién la juzgará a ella cuando se desvanezca al alejarse la luz?” Eclesiastés

“Nada es cierto sino la incertidumbre, y nada hay más miserable y más orgulloso que el hombre.” Plinio, Historia natural

“De todas las obras de Dios, ninguna es tan desconocida a cualquier hombre como los vestigios del viento.” Eclesiastés

“Cada uno de los dioses y los hombres tiene sus preferencias.” Eurípides, Hipólito

“La opinión que tienes de tu importancia te perderá porque te crees alguien.” Anónimo

“Los hombres se atormentan por la opinión que tienen de las cosas, no por las cosas mismas.” Epicteto, Enriquiridión, X, en Estobeo

“Conviene que el mortal tenga pensamientos que no se aceleren por encima de los hombres.” Eurípides, Cólquida, tomado de Estobeo

“¿Por qué fatigar tu espíritu con proyectos eternos que lo sobrepasan?” Horacio, Odas, II, XI, XII

“Los juicios del Señor son un profundo abismo.” Salmos, 35, 7

“Yo no decido nada.” Sexto Empírico, Hipotiposis, I

“No comprendo.” Sexto Empírico, Hipotiposis, 23

“Suspendo mi juicio.” Sexto Empírico, Hipotiposis, 26

“Yo examino.” Sexto Empírico, Hipotiposis, 26
Colofón:
"No es malo ser malo." Inepola, MSN

Ay, Cantinflas...

Monstruo de cuatro cabezas

Como los cuatro puntos cardinales, los cuatro caminos del Tawantinsuyu andino, como los cuatro fantásticos y las cuatro esencias (agua, viento, fuego, tierra)...

Full


Esta es la razón por la que no he posteado nada últimamente:

En el Departamento de Letras y Lingüística ayer dio inicio la Maestría en Literatura Hispanoamericana, la cual reúne a 12 estudiantes provenientes de distintas universidades del noroeste del país y de Estados Unidos.
En una sencilla ceremonia, el director de la División de Humanidades y Bellas Artes, Gerardo Bobadilla Encinas celebró el inicio de actividades de esta especialidad, ya que con ello se cristaliza un proyecto que permitirá a la institución ubicarse en el contexto regional por su alta calidad académica.
Subrayó que esta es la primera maestría en su tipo que se ofrece a nivel noroeste y su programa académico de dos años es muy interesante.
Por su parte, la coordinadora del posgrado, María Rita Plancarte Martínez dijo que el proceso de selección de los estudiantes dio la oportunidad de elegir a 12 jóvenes talentosos “de los cuales, una tercera parte proviene de universidades del noroeste del país y de Estados Unidos y el resto son egresados de diversas generaciones de la Unison”.
Esta maestría, abundó, establecerá un diálogo con lo que la producción literaria del Continente Americano, desde México, pasando por Bolivia, Chile, Perú, hasta llegar a Argentina, “países que tienen muchos más nexos; de ahí que por ello vayamos a estudiar a los grandes autores, las grandes temáticas que preocupan ahora a los estudios literarios”.
La planta académica de esta maestría está integrada por profesores con nivel de doctorado y dos con maestría en ciencias, además de contar con el apoyo de distinguidos investigadores de otras universidades, “quienes vendrán a la Unison a impartir clases y consolidar el desarrollo académico y establecer un diálogo que garantice mejores resultados”.
Al evento de inicio de esta especialidad también asistieron la jefa del Departamento de Letras y lingüística, Martha Martínez Figueroa; así como los miembros de la Comisión Técnica y Académica de la maestría, Francisco González Gaxiola y César Avilés Icedo.
Mis 25 horas semanales de profesor de licenciatura y mis 9 horas semanales de estudiante de maestría me dejan full.
Nota: El espacio en negro soy yo.

Basura demagógica


ADVERTENCIA: Este artículo trata netamente de política. Prometo no volver a escribir algo así. Una disculpa.
Jorge Luis Borges decía que soñaba con un país en donde los ciudadanos no supieran el nombre del presidente. Esto suponía que, independientemente de quién estuviera en el poder, los asuntos públicos marcharían bien. Pero ése era sólo un sueño del escritor argentino. No es la realidad mexicana. Si cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece, es porque hemos preferido la demagogia, ese detergente para lavar cerebros. El diccionario la define como “dominación de la plebe”, “política que halaga las pasiones de la plebe”. Y éste es el caso López Obrador, quien este viernes 12 de agosto estará en Hermosillo haciendo lo que sabe hacer: campaña.
El consagrado perredista Andrés Manuel López Obrador es la imagen viva del populismo taimado a la manera de Roberto Madrazo. Es la otra cara de la moneda, el reverso del priísta, no su contrario, pues los dos poseen características similares: despotrican contra el neoliberalismo y se santiguan ante el altar del tan llevado y tan traído pueblo. “El pueblo se cansa… de tanta pinche tranza”–profirió Obrador, despertando, por supuesto, simpatías y elogios. Al fin, dicen los crédulos ciudadanos, alguien que nos comprende. Subió su popularidad. No olvidemos, sin embargo, que popular era la Adelita entre la tropa.
Halagar las pasiones de la plebe no es sino decirle a la gente lo que quiere escuchar, no lo que necesita. Al cuestionar algunos de los puntos del proyecto político de López Obrador, me contestaba una señora, casi suspirando: “dio un discurso muy bonito”. Ante eso, ni hablar. No hay, al parecer, más argumento razonable. No, no lo hay en el país de los monstruos demagógicos. En ese sentido, la campaña presidencial de Vicente Fox fue igualmente demagógica: 15 minutos de Chiapas, virgen de Guadalupe. Carlos Castillo Peraza lo llamó “populismo de derecha” tan peligroso como el de izquierda. Pero ante López Obrador estamos ante un personaje más complejo y peligroso para la construcción de la democracia. No deja de causarme ruido el afán del tabasqueño por ofrecer diariamente conferencias de prensa que eran, en realidad, discursos. Me recuerda al venezolano Hugo Chávez, incansable orador. Me recuerda a Fidel Castro, cuyas peroratas televisivas apabullan hasta al más paciente.
Este afán de protagonismo es preocupante y síntoma de un problema más grande: la demagogia, entendida como el interés de figurar alto en las encuestas y los referéndums. No hay nada como aparecer en el noticiario haciendo declaraciones de prensa, realizando campañas que, como el “escándalo” del desafuero, dividen al país entre los buenos y los malos como si todos los mexicanos fuéramos parte un filme hollywoodense. Sólo la irresponsabilidad de los perredistas pudo llamar, en ese momento, a una movilización nacional. Recordemos la teoría del complot tan polarizante como un imán. Una falacia, una estrategia discursiva clásica del caudillismo. El mesías prometido se vería obstaculizado por las fuerzas obscuras del poder federal. Por Dios.
En general los latinoamericanos tenemos una tendencia natural al personalismo. De buena fe, confiamos más en la gente por su palabra que en los proyectos viables. Craso error. Ésa es acaso la causa de la demagogia. El sueño de Jorge Luis Borges no se hará realidad: Nunca olvidaremos el nombre de los políticos, pues diariamente aparecen en televisión como estrellas públicas. El caso López Obrador, ni se diga, un sexenio más de basura demagógica. Y conferencias mañaneras de prensa.

Un halago


Nelly, un pan, un alma de Dios, tuvo a bien, en un momento de inspiración, el detalle de dibujarme. Obviamente, me halagó profundamente y se lo agradezco.

La niñez, divino tesoro



A petición de una querida amiga, y bajo el riesgo de ser bajo y mezquino por la intención de querer "enternecer" chicas, posteo dos fotos de mi perdida niñez, esa época dorada de nuestras vidas en la cual todos -a excepción de mi amigo Carlos Pacheco- éramos llanamente bonitos. Después vendrían los años y, con ellos, la turbia huella del tiempo en nuestros degradados y feos rostros.

Un abc de la Biblia

Como primer dato fundamental, Biblia es una palabra de origen griego (el plural de biblio: “papiro para escribir” y también “libro”) que significa literalmente “los libros”. En efecto, la Biblia (en singular femenino, como pasaría directamente del latín a las lenguas occidentales) es varios libros: 66 más otros 6 -éstos últimos sólo aceptados por la confesión católica y conocidos como “deuterocanónicos”, los cuales la tradición judía y protestante no reconoce como canónicos. Segundo dato, la Biblia se divide en dos grandes apartados: Antiguo y Nuevo Testamento. Testamentun significa, en latín, “pacto” o “alianza”, cuya palabra equivalente en hebreo es berit. De ahí que, tanto la teología cristiana así como la judía, afirmen que la Biblia trata el pacto de Dios con el hombre, o la voluntad de Dios para el hombre.
El corpus bíblico es enorme y diverso, cuyas páginas contienen el relato fundacional del monoteísmo: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1: 1) para desplegarse como el paradigma religioso de la cosmovisión occidental. Haciendo un balance, el Antiguo Testamento revela a un pueblo: Israel; el Nuevo Testamento revela a un hombre: Jesús de Nazareth. El pueblo fue fundado, según la doctrina cristiana, para traer al mundo a aquel hombre, Dios encarnado (“y aquel Verbo fue hecho carne” Juan 1: 14).
Enorme, el periodo que abarcan los diferentes libros -desde el Génesis, el primero, hasta el Apocalipsis, el último, en el orden del canon, que no es necesariamente el orden de su escritura- comprende alrededor de 2500-3000 años desde los antepasados de Abraham hasta la muerte de Juan, el discípulo amado, quien presumiblemente escribe el Apocalipsis, cerrando así el canon bíblico: “Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida y de las cosas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22: 19).
Diversa, la Biblia es una múltiple gala de autores: reyes, poetas, sacerdotes y hasta un médico romano, Lucas, quien registra con más precisión el contexto histórico del nacimiento, pasión y muerte de Jesucristo. Tal diversidad se acota en una clasificación de libros y/o géneros relativamente compartida por todas las tradiciones religiosas del cristianismo: Históricos, Poéticos, Proféticos, Evangelios y Epístolas. En los libros denominados históricos está la explicación del origen y la caída de la nación hebrea y los recovecos que vivieron los discípulos dispersos después de la muerte de Jesucristo, una vez instaurada la iglesia primitiva. Los libros poéticos representan la literatura y sapiencia de la edad de oro de Israel: Job, un drama de la condición humana, los Salmos, verdaderos poemas de guerra y de paz, los proverbios, el Eclesiastés y el bello poema erótico Cantares. En los proféticos, son días sombríos para el pueblo judío, pues en ellos leemos que Dios trae juicio sobre éste por su pecado. Los evangelios (“buenas noticias” en hebreo) nos muestran los pasajes de la vida y muerte de Jesús. Y las epístolas constituyen el documento por antonomasia de la doctrina y mensaje de los apóstoles a las comunidades de creyentes tanto en Palestina como en Roma y Grecia.
No hay aquí espacio suficiente para abundar en otros aspectos pertinentes como la geografía y el contexto político que circunda al texto bíblico. Hoy, a más de dos mil años de escritura de su último libro, sería conveniente y hasta necesario quitarla de adorno de la sala de nuestra casa para ver qué nos dice.

Narcisismos





Mis retratos manieristas

El fin de la política

Vivimos tiempos curiosos. Mi generación -que es la de la segunda mitad del siglo XX- es conocida como la generación de la crisis. Una crisis generacional y generalizada en diferentes campos: arte y medios, política y sociedad, economía y negocios, etc. Son los tiempos cuyo prefijo por excelencia es el post. Vivimos en la llamada postmodernidad, un momento de nuestra historia que supone un descreimiento respecto al tiempo que le ha precedido: la modernidad, la tradición, el orden y el progreso. Los países de primer mundo, en todo su avance material y sofisticación, experimentan hoy esa crisis.
No obstante, México, y con él toda Latinoamérica, llega tarde a la historia. Cuando los teóricos norteamericanos (y algunos europeos) pregonan el fin de la historia, en nuestros países aún lidiamos con métodos y estrategias premodernas de acceder y ejercer el poder. Son curiosos nuestros tiempos: desde nuestro premodernidad hasta su postmodernidad. Son las crisis, con o sin modernidad.
De ahí a que la política como práctica social y vocación esté, por ende, también en crisis. Tal vez nosotros llegamos de distintas maneras a ese punto posmoderno: el descreimiento. No creemos, por instinto filosófico, en comunicados ni declaraciones de prensa, en informes judiciales o en promesas de campaña.
El fin de la locura (1996) del escritor mexicano Jorge Volpi, quien fuera diplomático en Francia durante el sexenio de Ernesto Zedillo, es una novela que explora la caída en los supuestos revolucionarios de la izquierda revolucionaria. El autor relata cómo la crisis de conciencia ideológica lleva a la caída moral y de credibilidad frente a la sociedad. Aterrizando el planteamiento de la novela a nuestro contexto inmediato, el caso del fin de la política y la historia se antoja como el de una transición.
Para bien o para mal, los partidos y los políticos existen. Son quienes deberían responsablemente estar conscientes del momento histórico que nos tocó vivir, pues no vivimos en un vacío tercermundista, sino en el traspatio del primer mundo. Sean revolucionarios o reaccionarios, los supuestos ideológicos y las líneas de poder tienen que abrirse: la realidad es más compleja que los estrechos paradigmas de la ideología. Presumiblemente, estamos ante el fin de las ideologías. O mejor dicho: el inicio de otras. El fin de la política coincide lógicamente con el auge del capitalismo. La coerción del Estado frente a las fuerzas impersonales del mercado. Asimismo, el fenómeno de la comunicación global implica necesariamente un reentendimiento de nuestra situación local frente al mundo. Tal vez en ese reentendimiento la política no llegue a su fin, pero sí cambie radicalmente para bien.

El temperamento melancólico


La bilis negra produce, según la teoría griega clásica de Hipócrates, el temperamento melancólico: frío, seco, de elemento tierra, de estación otoño y planeta Saturno. Es, según la historia de las ideas, el temperamento del artista, el pensador, el filósofo, el intelectual, el escritor. Pesimista y profundo, al melancólico lo inunda permanentemente una vaga tristeza recurrente y un sentimiento de culpa
El grabador alemán Albrecht Dürer (1471-1528), todo un maestro del Renacimiento, ilustra en su Melencolia I algo del genio y virtud intelectual en un mundo atroz, inacabado y triste. La novela del escritor mexicano Jorge Volpi, El temperamento melancólico (1996), es motivada, de alguna manera, por este principio clásico: el melancólico es el personaje literario por excelencia.
En materia estrictamente psicológica, la teoría humoral es obscurantista y arcaica. Se oponen a ella el psicoanálisis y el conductismo. Sin embargo -como creemos saber- la historia, madre de la verdad, no es lineal

La patria entre la mierda


Sergio Witz Rodríguez, un poeta del estado de Campeche, fue procesado judicialmente, con base en el artículo 91 del Código Penal Federal, por escribir y publicar el citado poema, que lleva por título “Invitación”. Acusado de “ultraje a las insignias nacionales”, Witz estuvo a punto de pasar de seis meses a cuatros años en prisión por el hecho de afirmar, en un tono desenfadado y antisolemne, que la bandera le servía –según comentaban los periódicos en su momento- de papel higiénico.
Yo me seco el orín en la bandera
de mi país,
ese trapo sobre el que se acuestan
los perros y que nada representa,
salvo tres colores y un águila
que me producen un vómito nacionalista
o tal vez un verso
lopezvelardiano
de cuya influencia estoy lejos,
yo, natural de esta tierra,
me limpio el culo con la bandera
y los invito a hacer lo mismo:
verán a la patria entre la mierda de un poeta.

Más allá de sus logros literarios, el poema sirvió para lanzar a la escena nacional el debate de la libertad de expresión. Al parecer, el debate se dejó, mas no se ha superado del todo. Todavía hace dos años, José R. Cossío Daíaz y Juan N. Silva Meza publicaron un artículo ("Libertad de expresión y símbolos patrios", Letras Libres, Año III, número 85) en donde aducen sobre el absurdo del proceso contra el poeta campechano.

Como antecedente, el poeta consagrado José Emilio Pacheco escribe en 1969 un poema titulado “Alta traición”, cuyo contenido resulta en cierta similitud con el de Witz, aunque de una forma más mesurada:
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques, desiertos, fortalezas,
una ciudad desecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
¿Qué hay en el fondo de estos dos ejemplos? Acaso una reformulación del sentimiento patriótico, tan caro en la vida formativa del país. Los honores patrios, es decir, el juramento a la bandera y la entonación del himno nacional, son ese espacio clausurado por la ceremonia, el rito y la veneración laica de un dios al que se le ha llamado patria.
 
Como muchas de las actitudes mexicanas, nuestro patriotismo es hipócrita. Criticamos, por ejemplo, la efusión religiosa con que los norteamericanos defienden su territorio o sus leyes y, sin embargo, la bandera estadounidense, símbolo de su nación, puede verse en camisetas, gorras y demás productos, al grado de la banalización sin que a nadie le importe un comino. Por nuestra parte, en México portar el lábaro patrio es más sagrado, o sea, más peligroso que traer un crucifijo, aunque eso no implique necesariamente mayor lealtad a la legalidad. De ahí que históricamente se entiende a la patria no como un territorio, ni como a cien millones de personas, sino como un mero símbolo, un concepto puro en el que, al parecer, no hay cabida para la contaminación con la realidad concreta de las actitudes y los vicios.

Que la patria sea el icono representativo de la nación, impide que se voltee la mirada para ver que Witz acaso sólo nos invitaba a hacer lo que, de antemano, sabemos que es moneda corriente. Que nuestro patriotismo raye en una religión secular y por decreto constitucional, impide ver que José Emilio Pacheco parece apelar a la realidad real (y no a la realidad ritual) y afirmar que aquélla quizá sea más importante que un trapo o un concepto inasible.

Una canción llorona y existencial


He estado buscando y no he encontrado el autor de este bolero cortavenas. Me recuerda al romance "Que no quiero verla" de Federico García Lorca, pero con una llaneza al estilo de Jaime Sabines. Me encanta la única versión que escuchado en la voz de Lalo Mora y la vieja alineación de Los Invasores de Nuevo León. A llorar se ha dicho:

Derrotado corazón


Que nadie cruce la puerta de mi derrota.
Que nadie tenga consuelo para mi pena.
Que a solas tomo del vino de la tristeza.
No quiero saber de nadie que me conduela.
Que todos me den la espalda como hace tiempo.
Que nadie quiera curar lo que me hirieron.
Que nadie sepa de mí.
Que a solas con mi sufrir, me voy a olvidar del mundo, tambien de ti.

Vas derrotado, corazón, vas derrotado por un cariño de mala entraña.
Vas derrotado, corazón, vas derrotado pero mañana encontrarás tu gran amor.

El amor en los tiempos de Internet

Definitivamente, no sabemos en realidad cuánto puede tanto la vida social como la vida íntima ser trastornada por el genio sin lámpara de la tecnología. Ampliamente asimilada por un sector más o menos numeroso en los centros urbanos, la última gloria informática que llegó para quedarse y causar estragos a las anteriores formas de comunicación, es el (o la) Internet, vocablo artificial en un mundo a un tiempo globalizado y desacralizado.
Sin embargo, a pesar de la aparente despersonalización creada por las máquinas, los teclados y los chips, en un afán renacentista por vincular la técnica y el conocimiento al servicio del hombre, en pleno siglo XXI, el niño Amor, Cupido, sigue aún, a pesar del ruido, causando revuelos en la esfera de las relaciones interpersonales. Obviamente, la dinámica del enamoramiento, el noviazgo, las relaciones sentimentales, como todo, ha sido francamente modificadas por el mencionado medio electrónico, pero -como el tiempo y el hombre mismo- sólo para volver al punto de partida.
Esto me recuerda una comedia romántica hollywoodesca, simplona pero pertinente para ejemplificar en este caso: "Tienes un e-mail" (You' ve got a e-mail, 1998) estelarizada por Tom Hanks y Meg Ryan. En tal película los protagonistas se conocen y se enamoran sólo a través de Internet. La magia de la pantalla incandescente acapara y sublima la emoción de los personajes (él y ella, la pareja edénica electrónica), pues sólo la palabra escrita y capturada on line es capaz de sintetizar las complicaciones estresantes de los sentimientos generados por la vida cotidiana, el trabajo y sus afanes en las grandes urbes. El correo electrónico, aunque algunos escépticos lo vean sospechoso, ha rescatado sorpresivamente al olvidado género epistolar como práctica social. El e-mail para enamorar o para reenamorar. Las cartas han vuelto, pues.
Asimismo, proliferaron los chat rooms (salones de charla) dedicados al tema del romance y la búsqueda de pareja. Hoy, el mundo social y el privado no es comprensible sin la relación íntima que con la computadora se tiene día a día en las tardes solitarias. Un largo y sinuoso recorrido por la red para llegar al beso.

TOYOS!!!

Sin palabras: TOYOS!!!

Sören el angustioso (cuento)

Despues de escribir su Concepto de la angustia, dejó la pluma, se desabotonó la camisa, y se acostó en la cama. Boca arriba y con la mano abierta sobre el pecho, no lograba percibir su vaivén respiratorio; el subibaja estomacal se mostraba casi inmóvil. Fue entonces que Sören, melancólico y diáfano consigo, se dijo:

Anoche fui a una fiesta. Todos admiraban mi personalidad y mi sobriedad. Estaban de acuerdo en que era el más agradable, por lo que supe que me encontraba de sobra en ese lugar. Regresé a mi departamento.
Se levantó al sentir alacranes en la sábana. Los buscó: nada. Oyó ruidos. Caminos hacia la ventana. Se asomó a la calle: nadie. Intentó gritar a un transeúnte. Sólo se le ocurrió la palabra nada. No salió ningún sonido de boca, ya seca. Bebió agua directamente de una jarra, chorreándose hasta llegar a su ombligo. Pensó: "Oh, devenir que invades mi espíritu, tu camino es el abismo terrenal de..." Y no dijo más nada.
No fue necesario un leve mareo para recordarle que seguía existiendo: la existencia inundaba sus tuétanos y le impedía contemplar más allá de ella. Perdido en su angustia, el laberinto de buscarse sin encontrarse y de encontrarse sin buscarse, círculo nauseabundo, le llegó la noche. Su espíritu era un gemido indescifrable. Se acercó de nuevo a la ventana. Miró al cielo: nada, vacío. Miró dentro de sí: y nada, vacío. Cerró la ventana y, con pistola en mano, Sören pensó en volarse los sesos.


Fabulosos ochentas: STRYPER
Tres décadas de metal en torno a la cruz

Más de la Pasión

Más que en otras corrientes y manifestaciones del cristianismo, específicamente en el mundo católico es donde la muerte (aún sobre las enseñanzas y resurrección) de Jesús de Nazareth, es decir, el sacrificio expiatorio, resalta y cobra presencia litúrgica en su culto. La misa es la re-crucifixión perpetua. Los diversos Cristos ensangrentados que pueblan las parroquias y catedrales católicas evidencian esta afirmación. La muerte, anhelo de vida, es también sed de amor. La sangre, sin cuyo derramamiento no hay perdón de pecados, se nos presenta -como en las pinturas medievales- ahora en la sugerencia carmesí a veinticuatro imágenes por segundo. El apóstol Pablo afirma que "la fe es por el oír" (Ro. 10:17). Aquí, en nuestro caso inmediato y posmoderno, la fe ha venido por el ver. La imagen ha substituido parsimoniosamente a la palabra. Esta revisión mediata de la transmisión de la "palabra de Dios" constituye un fenómeno coyuntural. Resulta más asequible contemplar –con toda literalidad- el estímulo piadoso de la fe que asirlo en el documento textual clásico: la Biblia.
Mel Gibson es un cristiano. Perteneciente a una rama católica que niega la autoridad papal desde el Concilio Vaticano Segundo, Gibson se propuso recrear los instantes cruciales de la muerte de Jesús de Nazareth. Aun más, quiso representar un dramatismo religioso. Así pues, apeló a la fe de millones. Lo primero que se me viene a la mente cuando sé que voy a ver una película hablada en arameo y latín, es que me dispongo a observar una representación historicista o hasta naturalista. Una vez vista ésta, sí y no es la respuesta. Si por naturalismo entendemos vivacidad y crudeza, sí; por otra parte, si entendemos naturalismo por naturaleza desinteresada, no. Toda obra de arte está, desde su origen, focalizada. Hay quien diga, viciada.
Mel Gibson, que cautivó a todos en el filme épico Corazón valiente, y consciente de ello, ha creado en la Pasión una obra cinematográfica de drama religioso profundamente lírico. Impregnada de fe y una muy leve dosis de doctrina, tal película tiene la particularidad de conmover emotivamente al creyente y al no creyente. Con un matiz solemne que llega a un plano devocional y meditativo, este via crucis cristológico suscita hoy un debate acerca de la naturaleza de la maldad y la virtud... Hemos visto la esencia y/o existencia mortal curtida en facciones por el poder político (Roma), el fanatismo religioso (Israel), cuyo corolario es la voluntad trascendente del Padre: redimir a la humanidad.
La pasión de Cristo, cuyo filme es, sin duda, la pasión religiosa de Gibson, aparte de los desmayos y las dos muertes que por el impacto de las imágenes se han registrado, ha suscitado severas críticas en México. (Algunos sugieren que la clasificación C otorgada a la Pasión es la venganza tardía por la prohibición de La última tentación de Cristo, que "casualmente" en este año 2004 está siendo proyectada en cines públicos y medios universitarios.) Sabemos ya del caso norteamericano en el supuesto germen antisemita, etc. La izquierda anticlericalista y cierto sector académico ha levantado su dedo erguido. El experto en Nuevo Testamento Ernesto de la Peña escribió en Proceso, sin dejar de recomendarla, frases como "rudeza innecesaria" en su comentario a la película. Se le objeta a Gibson no explicar el contexto histórico-social desarrollado para justificar los hechos macabros que desembocan en la crucifixión. Es decir, se le pide naturalismo en ese sentido. Algunos sujetos quieren ir al cine para aprender historia. Otros, a renovar sus votos abandonados y otros sólo para alcanzar una especie de catarsis psicoprofiláctica y domesticada. Lo cierto: es una película cristiana. Es específicamente católica, pues hay una constante orientación a mostrar el aspecto heroico de María, el cual raya en la devoción.
Como universal y concreta, la lógica supuesta en la versión propia de Gibson se envuelve desde el estoicismo humano y el determinismo divino. Y entre esos dos elementos no necesariamente opuestos, somos testigos de una brecha extática, un espasmo vivaz e incandescente. Clasificar a Jesús como un mero héroe, a la manera de Willliam Wallace, no hace justicia a nadie, ni a los más escépticos del cristianismo. Lord Byron, ese romántico iluminado, dijo: "Si alguna vez Dios se hizo hombre, o el hombre fue Dios, ése fue sin duda Jesús." La fe piadosa es irrefutable por intransferible e instintiva. Lo que los críticos no le perdonan a Gibson es su osadía histórica, o porque creen que el mundo -a estas alturas bélicas- es insalvable. Sin embargo, es tal fundamento la piedra angular de una civilización: Dios traspasó el umbral del espacio-tiempo. El dilema teológico del Dios-hombre resulta magistralmente acotado en una visión filosófica y poética que cuestiona nuestra más recónditas certezas y bases racionalistas. Que Dios actuó en la historia y se reveló en Palestina y que se ha conocido a este acto como el "particularismo judío", es el valor sine quanon de la fe cristiana, la dimensión sobresaliente respecto a otras fes y credos. Ser pecador, es decir, haber nacido, es nuestra falta. "...la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos" (1 Co. 15:21). Entender que la búsqueda humana y finita del sentido consiste en escudriñar nuestra naturaleza, tal vez ayude a explicar por qué –sea por el oír o por el ver- la historia de la Pasión no es la historia del prejuicio antisemita, pues figura en ella el más grande semita.

Un apostol, de José de Ribera



Un apóstol, del español José de Ribera (1591-1652), alumno de Caravaggio y conocido por la Italia del siglo diecisiete como el "spagnoletto", es el nombre de esa bella obra. Una muestra de barroco y/o claroscuro como técnica artística y como visión de mundo.

El laberinto de la soledad: México y otros extremos

En 1950 -exactamente en el cenit cronológico y cultural del siglo XX- Octavio Paz (1914-1998) publica El laberinto de la soledad, el ensayo más importante del pensamiento contemporáneo mexicano. Y en 1990 Paz es galardonado con el Premio Nobel de Literatura siendo, para ese entonces, su obra literaria tan vasta como profunda: Libertad bajo palabra (1958), Salamandra (1962), Ladera Este (1969) y Vuelta (1976) en poesía; y El arco y la lira (1956), Las peras del olmo (1957), Puertas al campo (1966), Corriente alterna (1967), Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo (1967), Marcel Duchamp o el castillo de la pureza (1968), entre muchas otras más, en el género de ensayo. Sin embargo, es su libro representativo el que lo revela como un pensador e intelectual nacional de vista inquisitiva, pues examina con gran sutileza y transparencia la historia cultural y condición existencial de un pueblo, una tradición, un alma: México.
Su análisis, lejano al rigor historicista, nos lleva de la mano a pasar revista a los principales eventos que han esculpido el rostro nacional: Conquista, Colonia, Independencia y Revolución. Sin ningún afán y/o metodología sociológica o psicológica, la historia de México es presentada aquí en una prosa fluida y a su vez parsimoniosa. Es, sin duda, una intención de desnudar la imagen de la mexicanidad a través del despliegue sugerente en mitos, paradigmas e imaginarios. El personaje por antonomasia en este Laberinto: el mexicano como objeto vs. sujeto histórico, es decir, como ser cuya configuración primigenia y última es la de una contradicción, en el contexto de un ambiente vivaz y suspendido entre dioses insaciables, poderes, fuerzas contrarias y voces petrificadas provenientes de Quetzalcóatl, Cortés y la Malinche, madre de todos los mexicanos. Todo en el marco asistemático (mas, sin lugar a dudas, sumamente coherente) de la visión poética que se aproxima a la sólida crítica moral y política.
"El pachuco y otros extremos", capítulo que da inicio al libro, ofrece una perspectiva dialéctica que expresa las diferencias subyacentes entre norteamericano y mexicano. Democracia, Capitalismo, Revolución Industrial frente a Contrarreforma, Monopolio y Feudalismo, no significan, para el autor mexicano, elementos que sólo reflejen un sistema de producción en la creación de cultura. Es decir, las diferencias son aún más profundas, trascendentes y complejas. No obstante, la soledad es su punto de encuentro. El pachuco, una salida extrema a la orfandad, es un extremo de la mexicanidad frente al medio social indiferente o adverso. Asimismo, tal orfandad se pone de manifiesto en "Los hijos de la Malinche", en donde con ira desatada vanamente se intenta resolver el sentimiento y condición de soledad. Negando, pisoteando, "chingando" al otro, el mexicano, según Paz, se afirma para sobrevivir. De ahí sus "Máscaras mexicanas" entre gesticulaciones, simulaciones y expresiones colectivas. Avivados en festividades y rituales, en plazas y panteones, el mexicano reza, grita, come y se emborracha, pues, como se lee en el capítulo "Todos Santos. Día de muertos": "cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar hombres y acontecimientos.
"Conquista y Colonia", "De la Independencia a la Revolución", "La 'inteligencia' mexicana" y "Nuestros días", capítulos más bien episódicos y claves de la historia de México, denotan cierta redefinición de los presupuestos filosóficos que tejen aún la identidad del mexicano y sus mitos, pues participan en ellos los principales actores de la vida nacional, cuya plataforma es la vida intra-histórica del ser contradictorio significado en el mexicano. Todo esto viene y desemboca en lo que, efectivamente, el autor ha titulado "Apéndice. La dialéctica de la soledad", el cual es un oportuno pretexto para explorar las honduras de la condición existencial de orfandad a la atmósfera universal contemporánea: "La soledad, el sentirse y saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí mismo, no es característica exclusiva del mexicano". (Ibíd., 211). Soledad y, al reverso, comunión. Instantes de soledad e instantes de comunión. He allí la lógica universal de los hombres y los pueblos. Y termina su ensayo relajándose y desplayándose en una disquisición filosófica acerca de las experiencias esenciales del ser humano: nacer, amar, morir.
Reaccionando ante el positivismo y el idealismo, el autor ubica al mexicano (y al ser humano en la generalidad) como un ser irreducible de la historia: el hombre no hace la historia ni es producto de ella, sino que él mismo está constituido inmanentemente como ser histórico, cambiante y modificado por las circunstancias, pero siempre mismo en su esencia. Siempre en vuelta, su perspectiva, sintética e integral, hace de Octavio Paz un pensador mesurado y original. Poseedor de una amplia y bastísima cultura, significa para México la intervención en el universo contemporáneo de las ideas y las corrientes filosóficas en boga. Su hincapié es el de una escritura ensayística asimilando un balance dialéctico como motor semántico y como forma discursiva. La historia, para el contemporáneo, ha dejado de ser una linealidad para ser una vivacidad.
El laberinto de la soledad figura, a más de cincuenta años de su publicación, como un clásico que significa la inserción de una voz que unifica la complejidad simbolizada en el pasado e identidad de un país. La inserción de México a la modernidad es, en la visión de Octavio Paz, la vida adolescente como etapa de transición, la cual le sirve de gran metáfora viviente y ansiada realidad. "La Historia universal es ya tarea común. Y nuestro laberinto, el de todos los hombres" (Ibíd., 187); "Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres." (Ibíd., 210).

Noticias con sabor a Bours

En Cochabamba como en Hermosillo, en Bogotá como en Obregón, hay una verdad que se antoja categórica: el viciado manejo de la información según la trinchera ideológica o línea partidista del medio informativo que la difunde. La objetividad e imparcialidad de los medios latinoamericanos es un dulce sueño del progreso y la razón que no se contamina aún con la realidad sin adjetivos. Pero, como es de saberse, es un hecho que responde a una nuestro horizonte cultural: No distinguimos entre asuntos públicos y asuntos privados. Los políticos y funcionarios suelen confundirlos. Los medios masivos deberían tener, en ese sentido, una enorme responsabilidad. Sin embargo, el apelativo cuarto poder se ha vuelto una mala quimera o una buena broma. Para ser objetivo, se necesitaría ser un desinteresado, no tener interés de ningún tipo al tomar la pluma o el micrófono. Imposible. Dime dónde lo leíste o lo escuchaste y te diré contra quién o contra quiénes van. “Yo no lo sé de cierto, lo vi en televisión”, recordando al poeta Jaime Sabines.
Esto a colación con respecto al fenómeno curioso del programa noticiario “Entre todos” transmitido de lunes a viernes por la televisora del Gobierno del Estado: Telemax. No es un secreto que esta administración y tal grupo informativo, encabezado por Víctor Mendoza Lámbert e Hilario Olea, conductores de dicho programa, tienen una estrecha, estrechísima relación o convenio laboral, considerando la línea boursista a la cual se muestran sosegados tales conductores en su chabacano noticiario. No es un secreto tampoco que la administración, panista, del Ayuntamiento de Hermosillo ha tenido sus roces administrativos y/o diplomáticos, desde hace algún tiempo, con el gobierno, perpetuamente priísta, del Estado. En este contexto, es evidente que la Dirección de Comunicación Social del Gobierno del Estado ha sido substituida -entre comentarios campechanos y lectura de correos electrónicos, entre anuncios de valiosos patrocinadores y la sección del estado del tiempo- por una empresa de noticias cuya focalización es, cual polarización llana, anti-panista (léase administración municipal de Hermosillo) y pro-“gober” (del Estado, por supuesto). Qué triste que, como población, no seamos capaces de producir más horizontes que éstos, los cuales son la misma agenda cotidiana.
En sí mismo, no es un pecado ni un delito que un medio masivo tenga, por el interés que sea, una línea ideológica. Todos, subrepticia o abiertamente, la tienen. Este mismo medio en el cual usted lee, atento lector, tiene la suya. Negarlo sería caer en una versión periodista de la demagogia: la manipulación contemporánea. Por otra parte, no hay nada más lógico, natural y hasta sano, que las diferencias partidistas y las polémicas por temas públicos de fondo entre los poderes del gobierno municipal y estatal. Lo imperdonable es sentarse a la cámara para sólo falsear la inserción pagada, editorializar y a la vez ser parte, pintarrajear la tendenciosidad en una nota.
Una sociedad madura debiera discernir los discursos de quien los reproduce y que implícitamente los valora para difundirlos. Una sociedad madura debería leer el periódico y ver las noticias con la certidumbre de la duda y el ejercicio de los criterios más certeros: el análisis y la crítica. En la realidad sin adjetivos una sociedad, madura o no, podría aspirar a algo más que la polarización y la guerra mediática. Y, si el caudal a tanto alcanza, a mejores periodistas.


El Club Chufa y otros estados metafísicos

La primera vez que conversé con Carlos Pacheco me confesó, después de sobarse el mentón, que se veía a sí mismo como un cartesianista. Tal aseveración me pareció risible, mas -en cierto modo extraño- plausible. Antoine Roquetin, ese desquiciado protagonista de la despoblada novela La náusea de Jean Paul Sartre, cedía en sus borracheras también a esa locuacidad. Su (la de Carlos y la de Roquetin) degradación filosófica no tardaría. Después, lo miraba pegándose en la frente un papel impreso con grafías japonesas. Era, según su argumento, para ahuyentar demonios. Era un chufa. Así también, la primera vez que conversé con Fugo Medina me comunicó su adhesión al budismo. Más allá de un simple juicio producto del estereotipo, sus inexpresivos ojos y su rostro pálido al menos parecían confirmarlo. Anulé mis conjeturas, pues así, cínicamente, don Fugo rendía culto a la deidad contemporánea conocida como mass media. No era, por supuesto, el nirvana la meta suprema de su salvación.
¡Oh mundanal ruido!"-exclamó el poeta Fray Luis de León. Se refería, a mediados del siglo XVI, en albores muy en ciernes de modernidad, a la condición estridente y miserable que rodea al hombre -y a la mujer, para utilizar un lenguaje iincluyente en estas publicaciones políticamente correctas. El de Fray Luis fue un poema y, a su vez, una profecía a la manera de las de Isaías en el templo de Jerusalén o las de Daniel frente a Nabucodonosor y los babilonios. A estos dos, a Carlos Pacheco y Fugo Medina, no los conozco más que por sus máscaras intelectuales, muy comunes en el oficio de escritor. A estos dos, al Club Chufa o los múltiples nombres que tenga esta categoría patológica, no los conozco más que por su enferma visión del mundo en lo bajo y vil de su búsqueda y propuesta literaria. Intuyo de ésta la imagen de un dilettanti, un snobismo ávido de representatividad (no merecida) y, sobre todo, de público. Construida de un metalenguaje pedante y ramplón, la literatura chufa posee la nata obsesión por molestar al lector, no con su brillantez, elegante obscuridad o franca genialidad, sino con su simplonería temática en simbiosis con su caterva de artificios. En otro autores estos elementos acaso tendrían la lejana expectativa de ser logros y virtudes del ejercicio escritural del naciente siglo XXI. Pero en ellos se respira un afán ansioso y mitotero por "crear" un efecto preciso. Cuando éste es percibido, ¡no sucede nada!..y cuando no, obviamente, tampoco. La insipidez misma.
A estos dos no los conozco más que por la filigrana verbal de sus estrambóticos textos. La mente abigarrada es una herencia no bien asimilada, un don como la glossolalia de Pentecostés, de la vanguardia artística en su romanticismo iconoclasta. Los caudillos de la posmodernidad son los que se ponen en la brecha y nos dicen: "Ea, ea, abrid, hombres, vuestro corazón y oíd que el azar es nuestra deidad". El Club Chufa, su único hijo maculado, ha descendido a los infiernos y allí se ha instalado, confesando esa misma declaración de fe.Hoy al importamadrismo se llama tolerancia; al desarraigo, universalidad; a los intereses, ideología. Los curiosos eufemismos de la posmodernidad. No se trata de colar el mosquito y tragarse el camello. Ni esto es una crítica sistemática. Sería yo contra mundum. La condenación, a la manera del Ayatolá, del goce estético producido por la lectura de de la novela cósmica e inaudita de Fugo, Gametech, o de los cuentos virtualmente ubicuos de Carlos Pacheco, no es lo mío. Tal condenación y tal lectura se autodeconstruyen. Como objeto tal de estudio, la Literatura no existe. La crítica literaria es un no-tema. Con Terry Eagleton afirmo que es una práctica discursiva. Y no obstante, el esteta goza al imaginar que el arte -como él concibe- en sí no sirve para nada. En tal caso, cualquiera persona más o menos razonable podría considerarlo algo excéntrico e intrascendente. Se imparten conferencias sobre la autoreferencialidad en la poesía de la segunda mitad del siglo veinte, Madonna dice que no conoce a nadie que sea feliz, existen 500 billones de dólares en bombas nucleares más destructivas que las de Hiroshima, y un estudiante de Literatura, como una variación del mismo tema, opina que la vida -como él la concibe- no tiene sentido. Creer que dedicar cuatro o cinco años de una carrera universitaria a investigar cronotopos y cuantificar metáforas tiene igual importancia... Creer que negarnos a visitar en la lectura a Carlos Pacheco y Fugo Medina significa igual importancia es, a pesar de todo, criterio y elección nuestra. No importa, estoy a la izquierda de la bondad humana. Y extrañamente todos somos anarquistas de derecha. Como los hipócritas fariseos y saduceos, le pedimos al prójimo que haga lo que uno lo que dice, mas no lo que uno hace. Exigimos que actúen como cristianos siendo nosotros mismo paganos. La cizaña estaba desde el principio sembrada. Carlos con el cartesianismo, Fugo con el budismo; para terminar en la corriente sin nombre, mientras que, por el momento, se designa al término moderno un inexacto pos. La palabra moderno ya nada dice. Y es cuando surgen, degradadas, las sílabas Chufa.

¿Hasta el fin del mundo?

No hubo en estos últimos días otra nota más difundida en la agenda local, nacional e internacional que la de las últimas horas de vida de Karol Wojtyla, Juan Pablo II, el papa polaco, testigo de la Segunda Guerra Mundial y otras devastaciones del siglo XX. Para la grey católica, sucesor de san Pedro, el apóstol sobre quien Jesucristo -según el evangelio de Mateo- edificó su iglesia, este papa, más que una persona de carne y hueso, fue un personaje, una construcción a base de impenetrable política vaticana y medios masivos de comunicación, ávidos de un público crédulo, no necesariamente creyente. Sin caer en una visión iconoclasta de lo que representa espiritual o eclesiásticamente para las comunidades católicas, es curioso cómo, de repente, la muerte de un hombre pocas veces bien escuchado y menos veces leído -fue autor de algunos libros- despierta la atención de católicos y no católicos.No es aquí el espacio ni el momento para polemizar o debatir hasta qué punto los excesos de las televisoras y demás medios convierten la respetable y sincera fe de la gente en idolatría, fácil lisonja o mero fanatismo. Tampoco aludo aquí a la queja de López Obrador y sus discípulos de la cobertura en demasía por parte de los medios, la cual ha traído -según el triste evangelio quejumbroso al que el tabasqueño nos tiene acostumbrado desde los videoescándalos hasta la fecha- una desatención pública de los asuntos nacionales, o sea, su asunto. Bah. El pecado de megalomanía, como si no le bastaran sus diarias conferencias de prensa. Aludo aquí, volviendo al tema del papa, al manejo indiscriminado de la envestidura cuasideificada que le han atribuido las masas al pontifice. Aludo a la campaña mediática de saturación al colmo que, debido a eso, llega uno ya a confundir los papeles y hablar de “la muerte de Andrés Manuel López Obrador y el desafuero del papa”.Desconozco mucho cómo ha sido el manejo informativo público de los papas anteriores. Lo concreto es que la fórmula del “papa peregrino” les ha funcionado a los distintos medios para cubrir e intentar tener las primicias en sus múltiples viajes alrededor del mundo de los cuales México, por supuesto, no fue la excepción. Con el lema “México siempre fiel” uno se pregunta qué se refiere esa frase: ¿fiel a quién?... No importa: los medios y las masas no privilegian precisamente la reflexión. Es tarea del individuo practicarla. Los spots en la televisión acerca de la religiosidad o a espiritualidad parecen vagos o descontextualizados como aquel en donde casi al finalizar se escucha: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Es la frase que sale de los labios de Juan Pablo II, dando a entender en pantalla que es él, en medio de su agonía, quien va a estar con nosotros hasta el fin del mundo. Se le hace suplantar las palabras de Jesucristo, a quien supuestamente representa.El título Vicarius Fillis Dei (representante del Hijo de Dios) desaparece en el spot de Televisa, para ser sólo efectivamente Fillis Dei (el Hijo de Dios). ¿Sabrán los millones de mexicanos católicos que nunca han leído la Biblia que tales frases son en realidad una cita del evangelio? ¿Cómo las asimilan o las entienden? ¿Supo Karol Wojtyla que se le ha editado para que su cita del evangelio de Mateo afirme que fue él (y no Jesucristo) quien dijo que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos? ¿Sabría el papa de tal deificación? ¿Representaría o suplantaría a su Señor?

Una versión casi necesaria: "Unfairhenheit 9/11: The lies of Michael Moore" de Christopher Hitchens

Una verdad inexorable del momento: el globo está hoy polarizado. Ante esto, nos queda -contra todo, y sin visos de originalidad- la razón del equilibrio, diría Silvio Rodríguez. No se necesita estar muy informado, preparado, o tener mucho criterio, para elegir cualquiera de los dos bandos, a menos que ya se encuentre posicionado en uno. Aunque en el fondo ninguno de estos dos se encuentren a la altura de sus propios principios, la batalla, cuanto más mediática, se torna más cruenta.
Hitchens reta literalmente a Moore. El autor de A Long Short War: The Postponed Liberation of Iraq reta al director de Fahrenheit 9/11. Christopher Hitchens, en sus propios términos, tiene problemas con la izquierda norteamericana; Michael Moore, por su parte, con Bush y los republicanos. El columnista de Vanity Fair y The Nation ha suscitado con su artículo "Unfairenheit 9/11: The lies of Michael Moore" una polémica de la polémica. Como lugar común, puedo decir que F 9/11 avivó conciencias o despertó suspicacias, según las trincheras ideológicas. Fue entretenimiento adoctrinante y edificante del snob, de la izquierda yuppie norteamericana y, sin duda, de nuestro ya clásico antiyanquismo latinoamericano. Fue un testimonio muy propio del tótem de la democracia entendida y auspiciada por Occidente y la crítica como rasgo esencial de la modernidad. Sin embargo, fue también víctima al ser una versión en los brazos atroces e inmanentes de la posmodernidad.
En otro tiempo, Hitchens despotricó, como muchos, contra Mel Gibson en su afán efectista en la Pasión. Aunado a la orientación política, los cargos contra Michael son también de la misma índole: lo acusa de apelar a la sensiblería hasta rayar en la manipulación fraudulenta. Lo tacha de ignorante y de caer en contradicciones. Lo reta despectivamente a un debate público. Para Hitchens, F 9/11 es un filme tendencioso que se ofrece como la "clave de todas las mitologías". No hay miramientos cuando afirma: "Describir esta película como deshonesta y demagógica sería casi otorgar a estos términos un barniz de respetabilidad." (trad. de Jordi Doce) Iraq, el terrorismo,11 de septiembre, Bush, son los temas claves y son, por supuesto, los temas ya situados en la ambigüedad debido a la polarización. En el intento de hacer un crítica coherente y sistemática, presenta una lista de seis tesis o proposiciones que Fahrenheit 9/11 sostiene acerca de Bin Laden y Afganistán. El resultado es una serie de argumentos más o menos consistentes que pueden (o no) ayudar a definir nuestra posición sobre de la intervención (o invasión) de EUA a Afganistán o a Iraq. Es casi un acto de fe acceder a esta u otra postura. Lo menos peor es siempre la mesura. No recuerdo que haya habido tanta oposición generalizada a una guerra o a un presidente norteamericano. La Bush-fobia se ha desatado como reacción propia de una demonología secular. A Washington habría que hacerle ver el concepto y realidad viviente llamado "comunidad internacional", que la lógica militar no es, ni en mínimo, la panacea a la complejidad de la problemática mundial. Sin embargo, revisando a Christopher Hitchens, sinceramente creo que la verdad en extremo parcial de Michael Moore no puede ser la verdad.

Tan lejos de Bush

"Amo demasiado a mi país para ser nacionalista"
-Albert Camus

Tristemente, ser mexicano -una vez más, después de 2 de noviembre de 2004- ha de implicar, sencillamente, ser antinorteamericano. Una vez más nuestra tendencia a la afirmación a partir de la negación. Ser mexicano es no ser gringo. "Los gringos, dice el chauvinismo ramplón e ignorante, no tienen cultura. Nosotros sí". Esta actitud en nuestra idiosincrasia es ya instintiva y, por lo tanto, irrefutable. El viejo refrán (Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos) tiene hoy un significado confuso. ¿Qué significa hoy, en medio de grandes polarizaciones y derrumbes ideológicos, tal lejanía y cercanía? ¿Cuál es el asunto en verdad importante de nuestra vecindad? Es claro que no somos nosotros, herederos de la contradictoria Malinche, los más favorecidos.
Sin embargo, a estas alturas de los tiempos, deberíamos revisar (o desmitificar) nuestro curioso nacionalismo. La verdadera campaña anti-Bush no la ha llevado acabo Michael Moore (director de Fahrenheit 9/11), ni el Partido Demócrata, ni la sociedad civil estadounidense preocupada por el principio bélico que dicta la política internacional de sus gobernantes, sino Latinoamérica. Las izquierdas latinoamericanas marcaron, desde un principio, su postura. Bush era una amenaza internacional. México, cuya frontera norte es un ojo de huracán y testimonio vivo de nuestra condición frente a EUA, ha tenido una voz clave en tal campaña. No obstante, como sabemos, el mundo no es como queremos y, en un proceso electoral extraño para nosotros, Bush fue reelecto.
Una vez más, un trauma histórico que tiene, sin duda, sus dobleces y contradicciones. Ante la evidente y crítica situación política y económica al sur de Río Bravo, no queda sino la queja fácil, la autoindulgencia ideológica: la culpa es de EUA y las transnacionales, el Fondo Monetario Internacional y George W. Bush, que quiere el petróleo del mundo (“¡el nuestro!”…-proclaman rasgándose las vestiduras algunos dinosaurios del PRI.) Amén de otros lugares comunes. De ahí nuestra leve simpatía por los demócratas norteamericanos. John Kerry, un voto (¿mal?) necesario. Sin embargo, tal simpatía –a la luz de ciertos hechos económicos- puede no precisamente beneficiar. El Partido Demócrata, generalmente asociado e identificado con el ala sindicalista, no dudaría en ceder a ésta y reforzar el proteccionismo, el cual significa, a pesar del TLC, menos acceso de productos mexicanos a EUA. Es curioso, ante esto, nuestro encogimiento de hombros. ¿De qué se trata? La izquierda y la derecha no son conceptos y realidades puras. Hay un plus: ese nivel que trasciende el ideológico. La izquierda inglesa no apoyaba la gratuidad de la universidad pública, mientras que en México la izquierda la tomaba como bandera de identidad (léase paro de UNAM).
Tales contradicciones no se resuelven ni se superan: se disimulan o se olvidan, se petrifican y se incorporan a nuestra vida cotidiana. "Los otros, los gringos, no tienen cultura". Eso no impide, por supuesto, que a lo ancho de nuestra frontera, miles de mexicanos crucen, cada fin de semana, la línea en un engorroso trámite de verificación del cual, por otra parte, se quejan e hipócritamente afirman que "como México no hay dos". Tampoco evita que muchos más mexicanos aspiren a conseguir un empleo de las arcas de la estable economía norteamericana. Emulamos lo que decimos despreciar. Una vez más, la autoindulgencia. La afirmación a partir de la negación. ¿No hay más?

Además, opino (inspirado en León Krauze, inspirado en Javier Sicilia)

Además, opino que hay que congelar el precio de la tortilla, como quería Bartlett. Mentarle la madre a Bush. Boicotear a la Coca-Cola, Wal-Mart y a todas los productos estadounidenses. Cantar al unísono México lindo y querido. Decir que los gringos no tienen cultura. Celebrar el día de muertos, no Halloween. Visitar no Disneylandia ni Las Vegas, sino Chichen-itzá, Xochimilco, Teotihuacán y Palenque. Ordenar a las televisoras que transmitan todos los octubres Rojo amanecer. Exigir más presupuesto para la promoción de la cultura y las artes. Pelear por la gratuidad de la universidad pública. Tomar tequila. Terminar de convencernos de que el capitalismo es muy malo. Decir no al desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Acabar con los neoliberales, tecnócratas y malos mexicanos.
Además, opino que hay que bla, bla, bla...