En Cochabamba como en Hermosillo, en Bogotá como en Obregón, hay una verdad que se antoja categórica: el viciado manejo de la información según la trinchera ideológica o línea partidista del medio informativo que la difunde. La objetividad e imparcialidad de los medios latinoamericanos es un dulce sueño del progreso y la razón que no se contamina aún con la realidad sin adjetivos. Pero, como es de saberse, es un hecho que responde a una nuestro horizonte cultural: No distinguimos entre asuntos públicos y asuntos privados. Los políticos y funcionarios suelen confundirlos. Los medios masivos deberían tener, en ese sentido, una enorme responsabilidad. Sin embargo, el apelativo cuarto poder se ha vuelto una mala quimera o una buena broma. Para ser objetivo, se necesitaría ser un desinteresado, no tener interés de ningún tipo al tomar la pluma o el micrófono. Imposible. Dime dónde lo leíste o lo escuchaste y te diré contra quién o contra quiénes van. “Yo no lo sé de cierto, lo vi en televisión”, recordando al poeta Jaime Sabines.
Esto a colación con respecto al fenómeno curioso del programa noticiario “Entre todos” transmitido de lunes a viernes por la televisora del Gobierno del Estado: Telemax. No es un secreto que esta administración y tal grupo informativo, encabezado por Víctor Mendoza Lámbert e Hilario Olea, conductores de dicho programa, tienen una estrecha, estrechísima relación o convenio laboral, considerando la línea boursista a la cual se muestran sosegados tales conductores en su chabacano noticiario. No es un secreto tampoco que la administración, panista, del Ayuntamiento de Hermosillo ha tenido sus roces administrativos y/o diplomáticos, desde hace algún tiempo, con el gobierno, perpetuamente priísta, del Estado. En este contexto, es evidente que la Dirección de Comunicación Social del Gobierno del Estado ha sido substituida -entre comentarios campechanos y lectura de correos electrónicos, entre anuncios de valiosos patrocinadores y la sección del estado del tiempo- por una empresa de noticias cuya focalización es, cual polarización llana, anti-panista (léase administración municipal de Hermosillo) y pro-“gober” (del Estado, por supuesto). Qué triste que, como población, no seamos capaces de producir más horizontes que éstos, los cuales son la misma agenda cotidiana.
En sí mismo, no es un pecado ni un delito que un medio masivo tenga, por el interés que sea, una línea ideológica. Todos, subrepticia o abiertamente, la tienen. Este mismo medio en el cual usted lee, atento lector, tiene la suya. Negarlo sería caer en una versión periodista de la demagogia: la manipulación contemporánea. Por otra parte, no hay nada más lógico, natural y hasta sano, que las diferencias partidistas y las polémicas por temas públicos de fondo entre los poderes del gobierno municipal y estatal. Lo imperdonable es sentarse a la cámara para sólo falsear la inserción pagada, editorializar y a la vez ser parte, pintarrajear la tendenciosidad en una nota.
Una sociedad madura debiera discernir los discursos de quien los reproduce y que implícitamente los valora para difundirlos. Una sociedad madura debería leer el periódico y ver las noticias con la certidumbre de la duda y el ejercicio de los criterios más certeros: el análisis y la crítica. En la realidad sin adjetivos una sociedad, madura o no, podría aspirar a algo más que la polarización y la guerra mediática. Y, si el caudal a tanto alcanza, a mejores periodistas.
Esto a colación con respecto al fenómeno curioso del programa noticiario “Entre todos” transmitido de lunes a viernes por la televisora del Gobierno del Estado: Telemax. No es un secreto que esta administración y tal grupo informativo, encabezado por Víctor Mendoza Lámbert e Hilario Olea, conductores de dicho programa, tienen una estrecha, estrechísima relación o convenio laboral, considerando la línea boursista a la cual se muestran sosegados tales conductores en su chabacano noticiario. No es un secreto tampoco que la administración, panista, del Ayuntamiento de Hermosillo ha tenido sus roces administrativos y/o diplomáticos, desde hace algún tiempo, con el gobierno, perpetuamente priísta, del Estado. En este contexto, es evidente que la Dirección de Comunicación Social del Gobierno del Estado ha sido substituida -entre comentarios campechanos y lectura de correos electrónicos, entre anuncios de valiosos patrocinadores y la sección del estado del tiempo- por una empresa de noticias cuya focalización es, cual polarización llana, anti-panista (léase administración municipal de Hermosillo) y pro-“gober” (del Estado, por supuesto). Qué triste que, como población, no seamos capaces de producir más horizontes que éstos, los cuales son la misma agenda cotidiana.
En sí mismo, no es un pecado ni un delito que un medio masivo tenga, por el interés que sea, una línea ideológica. Todos, subrepticia o abiertamente, la tienen. Este mismo medio en el cual usted lee, atento lector, tiene la suya. Negarlo sería caer en una versión periodista de la demagogia: la manipulación contemporánea. Por otra parte, no hay nada más lógico, natural y hasta sano, que las diferencias partidistas y las polémicas por temas públicos de fondo entre los poderes del gobierno municipal y estatal. Lo imperdonable es sentarse a la cámara para sólo falsear la inserción pagada, editorializar y a la vez ser parte, pintarrajear la tendenciosidad en una nota.
Una sociedad madura debiera discernir los discursos de quien los reproduce y que implícitamente los valora para difundirlos. Una sociedad madura debería leer el periódico y ver las noticias con la certidumbre de la duda y el ejercicio de los criterios más certeros: el análisis y la crítica. En la realidad sin adjetivos una sociedad, madura o no, podría aspirar a algo más que la polarización y la guerra mediática. Y, si el caudal a tanto alcanza, a mejores periodistas.