¿Hasta el fin del mundo?

No hubo en estos últimos días otra nota más difundida en la agenda local, nacional e internacional que la de las últimas horas de vida de Karol Wojtyla, Juan Pablo II, el papa polaco, testigo de la Segunda Guerra Mundial y otras devastaciones del siglo XX. Para la grey católica, sucesor de san Pedro, el apóstol sobre quien Jesucristo -según el evangelio de Mateo- edificó su iglesia, este papa, más que una persona de carne y hueso, fue un personaje, una construcción a base de impenetrable política vaticana y medios masivos de comunicación, ávidos de un público crédulo, no necesariamente creyente. Sin caer en una visión iconoclasta de lo que representa espiritual o eclesiásticamente para las comunidades católicas, es curioso cómo, de repente, la muerte de un hombre pocas veces bien escuchado y menos veces leído -fue autor de algunos libros- despierta la atención de católicos y no católicos.No es aquí el espacio ni el momento para polemizar o debatir hasta qué punto los excesos de las televisoras y demás medios convierten la respetable y sincera fe de la gente en idolatría, fácil lisonja o mero fanatismo. Tampoco aludo aquí a la queja de López Obrador y sus discípulos de la cobertura en demasía por parte de los medios, la cual ha traído -según el triste evangelio quejumbroso al que el tabasqueño nos tiene acostumbrado desde los videoescándalos hasta la fecha- una desatención pública de los asuntos nacionales, o sea, su asunto. Bah. El pecado de megalomanía, como si no le bastaran sus diarias conferencias de prensa. Aludo aquí, volviendo al tema del papa, al manejo indiscriminado de la envestidura cuasideificada que le han atribuido las masas al pontifice. Aludo a la campaña mediática de saturación al colmo que, debido a eso, llega uno ya a confundir los papeles y hablar de “la muerte de Andrés Manuel López Obrador y el desafuero del papa”.Desconozco mucho cómo ha sido el manejo informativo público de los papas anteriores. Lo concreto es que la fórmula del “papa peregrino” les ha funcionado a los distintos medios para cubrir e intentar tener las primicias en sus múltiples viajes alrededor del mundo de los cuales México, por supuesto, no fue la excepción. Con el lema “México siempre fiel” uno se pregunta qué se refiere esa frase: ¿fiel a quién?... No importa: los medios y las masas no privilegian precisamente la reflexión. Es tarea del individuo practicarla. Los spots en la televisión acerca de la religiosidad o a espiritualidad parecen vagos o descontextualizados como aquel en donde casi al finalizar se escucha: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Es la frase que sale de los labios de Juan Pablo II, dando a entender en pantalla que es él, en medio de su agonía, quien va a estar con nosotros hasta el fin del mundo. Se le hace suplantar las palabras de Jesucristo, a quien supuestamente representa.El título Vicarius Fillis Dei (representante del Hijo de Dios) desaparece en el spot de Televisa, para ser sólo efectivamente Fillis Dei (el Hijo de Dios). ¿Sabrán los millones de mexicanos católicos que nunca han leído la Biblia que tales frases son en realidad una cita del evangelio? ¿Cómo las asimilan o las entienden? ¿Supo Karol Wojtyla que se le ha editado para que su cita del evangelio de Mateo afirme que fue él (y no Jesucristo) quien dijo que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos? ¿Sabría el papa de tal deificación? ¿Representaría o suplantaría a su Señor?